En el Balcón

La Virgen de la Cinta, sobre una nube de jazmines

  • Un retablo cerámico recuerda las obras realizadas por el Ayuntamiento de Huelva en el mirador del santuario de la Cinta

La Virgen de la Cinta, sobre una nube de jazmines

La Virgen de la Cinta, sobre una nube de jazmines / Rafa del Barrio

Es más que un hito, envuelve el aroma de un tiempo cintero que se sucede en el latir de las vidas de generación en generación.

No es solo el momento presente, sino otros muchos anteriores, de los que tenemos memoria por las crónicas periodísticas, por lo que cuentan los libros de actas, e incluso más allá de aquellos tiempos en los que la historia no dejó testimonio de las huellas de tantas personas.

El tiempo en La Cinta es jazmín de pureza, de dama de noche que perfuma el verano de la Virgen.

Siendo el nuestro es el de todos. Un tiempo detenido en la mirada a Nuestra Señora de la Cinta en este azulejo cerámico del Mirador y Paseo de la Procesión de los Marineros; que recorría antaño y que, si Dios quiere, será por donde se le volverá a ver al llegar a su Casa como lo recorrió el pasado 8 de septiembre. Un lugar donde se espaciaba el pueblo en las fiestas y se quemaban ruedas de fuegos artificiales.

La vida nos regala este espacio hermoso donde ver a la Virgen de la Cinta enmarcada por la devoción que le mira y le reza.

La elegancia de los artistas lo hizo posible.

Azulejo realizado por Carmelo del Toro con diseño de Sergio Cornejo. Azulejo realizado por Carmelo del Toro con diseño de Sergio Cornejo.

Azulejo realizado por Carmelo del Toro con diseño de Sergio Cornejo. / Rafa del Barrio

Aparece sobre las Marismas del Odiel en una nube de jazmines, recordando aquella antigua y primitiva estampa de la devoción de la Virgen.

Resplandece con su virginal hermosura, con su sencillez, belleza y elegancia. Todo dulzura, la perfección misma del rostro de la Madre de Huelva.

            Sobre sus sienes la corona de oro que Huelva le regaló en 1920. Un siglo de devoción que la enriqueció para ese momento siempre esperado de su coronación pontificia el 26 de septiembre de 1993, que tuvo el posterior regalo de la visita de San Juan Pablo II que oró agarrado a su paso, carabela de plata colombina.

            En su corona, el esmalte del escudo de su hermandad que simboliza a todos su hermanos. En su pecho, la Medalla de Ciudad de Huelva que la tuvo siempre de Patrona y se honró nombrándola alcaldesa perpetua, como recuerda la varita de alcaldesa en su mano izquierda, sobre la que sostiene la granada abierta de las virtudes de la Iglesia.

El Niño muestra un guiño a la coronación canónica -que hay que descubrir- y lleva la Medalla de Oro ofrecida por el Consejo de Hermandades, como reflejo de la devoción de toda la ciudad. Muestra la cinta de oro primitiva, la de las flores de lis.

En un cielo azul de Huelva aparece el lucero de la mañana, que alude a la Salve de los Marineros; a Ella, que es “Aurora bella en la noche y de la mañana Lucero”.

La idea nace de la devoción, que diseña en este azulejo Sergio Cornejo y ejecuta el ceramista Carmelo del Toro. Se levanta en una estructura de forja que se inspira en las rejas del santuario.

Permanecerá siempre una luz llameante en un farol sobre el azulejo, como aquellos de las casas encaladas que se subían con una cuerda tras encender la luminaria para que alumbrara durante la noche.

Un azulejo levantado en un almendral, que viste de blanco el frío mes de enero que encuentra calor en la Virgen de la Cinta. Cada árbol recuerda a un cintero, a Manuel Silván de la Corte, Julio Buendía González, José Luis Gallardo Alcañiz y Manuel Roméu Martín, y en este mismo paseo, un olivo de paz a Bienvenido González Roldán.

 

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