La borriquita

Palmas bajo un sol resplandeciente

  • Los más pequeños protagonizaron un caluroso Domingo de Ramos que brilló con luz propia.

LOS más pequeños abrieron ayer la Semana Santa onubense como protagonistas destacados de la jovial Hermandad de la Borriquita. La procesión de las palmas movilizó a cientos de personas que, a pesar del calor de la jornada, no quisieron perderse la salida de esta entrañable cofradía desde la mayor de San Pedro.

La enriquecida cruz de guía, la primera que más tarde hizo estación de penitencia en la Concepción en el año de su quinto centenario, cruzó el dintel de la puerta de San Pedro a las 16:15 y, pocos minutos después, el capataz del paso de misterio, Manuel Gómez Carnicerito, daba las instrucciones a la cuadrilla de 45 costaleros que, en nueve trabajaderas, portó al Señor de la entrada triunfal en Jerusalén.

"Esto es una realidad y ya vamos con el Señor a la calle", indicó el capataz a los costaleros, mientras a las puertas del templo aguardaba al misterio inaugural de la Semana Santa la Banda de Cornetas y Tambores de la Salud.

Revirando poco a poco, los costaleros portaron el paso a su salida de la parroquia. El Señor, vestido por Antonio Rivera, bajó el porche a través de la dificultosa rampa, arrancando el aplauso de los cientos de allí congregados.

La imagen del Cristo realizando su entrada triunfal en Jerusalén a lomos de un asno brilló en la tarde onubense. Acompañado por los apóstoles Santiago y San Juan Evangelista (en el futuro se incorporará la figura de San Pedro), además de una hebrea de rodilla, dos niños y un pequeño burro, esta obra de Antonio León Ortega recogió el cariño de los devotos que acompañaron ayer a la hermandad que cumple 70 años.

Porque fue fundada en 1945, cuando un grupo de alumnos del colegio Los Maristas, entre ellos Diego Díaz Hierro, Antonio Bobo Mir y Manuel Martínez Muñoz, se reunieron con la idea de que la imagen de la Entrada Triunfal de Jesús abriera la Semana Santa de la ciudad onubense.

El cortejo, cuyos nazarenos vistieron la tradicional túnica de sarga blanca, capa y morrión de raso color rojo (rojo de sangre pero también de color real) y el cíngulo hebreo ciñendo la cintura, bajó desde San Pedro hacia el Paseo Santa Fe. Como ya ocurriera el año pasado, no se circunvaló la plaza tras bajar por Licenciado Agustín de Mora hacia la calle Daoiz.

Nuestra Señora de los Ángeles, la dolorosa que procesiona sin rasgos de sufrimiento, auguró poco después con su ligera sonrisa lo grandioso de la jornada que estaba por venir. Portando una rosa, en lugar de un pañuelo, y un rosario de cuentas de cristal, la Virgen lució su belleza en el sencillo palio celeste. Enmarcó su dulzura el exorno floral de Antonio Rivera, también vestidor de la virgen, de tonos pasteles, sobre todo rosas, lilas y blancos.

Una treintena de costaleros portó el paso a su bajada de San Pedro, donde antes de la larga chicotá al son de las marchas de la Banda de Nuestra Señora de las Mercedes de Bollullos tuvo lugar la tradicional petalada desde el balcón de la familia Flores Pérez. Sería solo la primera de otras muchas que estaban por venir a lo largo del itinerario.

La cofradía, cuyo hermano mayor, diputado mayor de gobierno y prioste son, respectivamente, Carlos Longo, José Delgado León y Jerónimo Ropero, entró en la carrera oficial tras procesionar por Santa Fe, la Plaza Quintero Báez, Tres de Agosto, Las Monjas, Vázquez López, Palacios, Rico, Hernán Cortés, Rascón y Las Bocas.

Una vez culminada la carrera oficial, el recorrido de regreso de la Devota Hermandad de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén y Nuestra Señora de los Ángeles hacia a su templo brindó otros muchos momentos emocionantes cargados de sentimientos.

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