Semana Santa

La Inmaculada, una fiesta para los reinos de España y de las Indias

  • En 1760 es el Papa Clemente XIII quien a petición del Rey Carlos III firma la bula 'Quantum ornamenti'; en Huelva el cabildo la había nombrado Patrona en 1583, además de tener a Nuestra Señora de la Cinta

Huelva ha estado siempre cerca de la devoción a la Inmaculada Concepción como lo abandera desde 1515 la parroquia erigida bajo su advocación y que ahora está celebrando con la hermandad de la misma advocación y el Obispado de Huelva el 250 aniversario del nombramiento de la Inmaculada Concepción como Patrona de España. Sin duda un paréntesis festivo en el largo proceso para la declaración del Dogma de la Inmaculada Concepción, lo que tardaría mucho más tiempo. Era de alguna forma contentar o aplacar la insistencia que desde España llegaban a Roma del movimiento inmaculista. Así el Papa Clemente XIII firma la bula Quantum ornamenti a petición del Rey Carlos III en 1760.

En Huelva todo el fervor inmaculista venía expresado no sólo en su parroquia de la Purísima Concepción, sino que en la mayor de San Pedro también se levanta capilla a la Inmaculada Concepción en 1535. Aquí también nos adelantamos al nombrarla Patrona de la villa el 20 de abril de 1586, según datos del historiador Diego Díaz Hierro, lo que se mantiene de forma conjunta con Nuestra Señora de la Cinta. Se cuenta, igualmente, con hermandad en esta misma centuria.

El panorama general sobre la devoción inmaculista se va extendiendo y los precursores de este movimiento, Mateo Vázquez de Leca y Bernardo de Toro, presentan al Rey Felipe III memorial sobre la devoción a la Inmaculada y los deseos dogmáticos. El 29 de agosto de 1615 solicitan al monarca que interceda ante Su Santidad a favor de la declaración de la Concepción Inmaculada de María. Sus gestiones ante el Rey les llevará con sus credenciales hasta Roma el 31 de agosto de 1617 y es el Papa Paulo V quien firma el decreto Sanctissimus Dominus Noster, en el que se reconoce que "en adelante, hasta tanto que Su Santidad o la Santa Sede lo defina o lo derogue, nadie se permita afirmar públicamente, en sermones, lecciones o conclusiones y otros actos de cualquier naturaleza que la Santísima Virgen fue concebida en pecado original". Una paso hacia adelante que es festejado en toda España. Al año siguiente se insistirá con una embajada que preside el obispo de Cartagena, fray Antonio de Trejo.

Años más tarde, en 1621, es Felipe IV quien retoma esta petición recordando a Gregorio XV que "mis progenitores, veneraron siempre con gran afecto la Purísima Concepción"; y dice que entre todos los reyes destacó su padre y él hereda. El Papa en respuesta, en 1622, añade al decreto de Paulo V que nadie afirme de palabra o por escrito, pública ni privadamente, bajo pena y censura gravísima, nada contrario a la Concepción. Pero la devoción sufrirá un revés con la supresión de la festividad por el Papa Urbano VIII, en 1642, lo que lleva al Rey Felipe IV a insistir que esta se mantenga. Será el Papa Inocencio X, por muerte de Urbano VIII, quien da respuesta complaciente con el breve In his per quuae con la gracia otorgada, "in regnis Hispaniarum tantu", sólo para los reinos de España.

Felipe IV jurará defender la doctrina de la Inmaculada Concepción, propagándose entre los cabildos seculares de España la adhesión con el Voto de la Inmaculada. En Huelva la devoción tendrá una nueva expresión en la calle y será con el monumento a la Inmaculada, el Triunfo que se levanta en 1641 en la hoy plaza de la Merced y que antaño se llamó plaza del Triunfo, por devoción de Gaspar Alonso Pérez de Guzmán. En la casa capitular también presidía un cuadro de la Inmaculada Concepción, como así lo mandó el propio conde por devoción y súplica a la intercesión de la Inmaculada al quedar preso por intentar coronarse rey de Andalucía en 1641. Seguirán otras muestras de fervor en Huelva en este periodo inmaculista como es el Voto de Sangre de la Ciudad de Huelva, que realiza el cabildo secular el 21 de septiembre de 1653.

Con Felipe IV se conseguirá la bula Sollicitudo de Alejandro VII, que asumía las constituciones de sus antecesores Sixto IV, Paulo V y Gregorio XV y precisa que el objeto primario de la fiesta del 8 de diciembre es la Concepción Inmaculada de la Virgen en el primer instante de su ser.

Mientras, en la corte se insistirá sobre el dogma inmaculista. Carlos II recibió esta herencia de su padre, que trasmitirá a sus sucesores. Los reyes españoles seguirán insistiendo intermitentemente sobre Roma para la definitiva definición. Tras la bula de Alejandro VII, el misterio de la Inmaculada era una verdad generalmente aceptada. Los escándalos de otros tiempos se habían apaciguado.

Felipe V, el primer Borbón, continuó la devoción concepcionista de sus antecesores y así lo solicitará al Papa, en 1732. Será Clemente XI quien emita el breve Commissi nobis, de 6 de diciembre de 1708, declarando de precepto para todo el mundo cristiano la fiesta de la Inmaculada.

Carlos III subió al trono en 1759, poco años antes, en 1756 la ciudad de Huelva renueva el Voto a la Inmaculada tras el terremoto del 1 de noviembre del año anterior, de grandes desperfectos. Carlos III será el que pida a Roma que se designe nombrar a la Inmaculada como Patrona de España, como se lo solicitan Diego de Rojas y Contrera, obispo de Cartagena y presidente de las Cortes. Atendiendo a este ruego, el 8 de noviembre de 1760 el Papa Clemente XIII firma la bula Quantum ornamento y declara a la Inmaculada Concepción Patrona de España, de las Indias y de todos sus reinos. La noticia llega a Madrid el 12 de enero de 1761 y el 16 de enero el Rey da cuenta oficial del patronato con la ley 'Universal Patronato de Nuestra Señora en la Inmaculada Concepción en todos los Reinos de España e Indias'.

Con la posterior declaración del Dogma, en 1854, por Pío IX se culmina todo un largo proceso, como recuerdo se erige el monumento a la Inmaculada Concepción en la plaza de España en Roma, inaugurado en 1857; en Huelva se recuperó el Triunfo en 2004.

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