Emociones recuperadas en la Semana Santa de Huelva
En el Balcón
La ciudad volvió a demostrar que su gran fiesta es la Semana Santa
Nadie se quiso perder detalle, todo fue un ir y venir entre esquinas y templos cofrades

La Semana Santa volvió a ofrecer muchos momentos de emociones y sensaciones que se habían olvidado en estos dos últimos años por la pandemia. Jornada de bullas entre gente que iban con mascarillas y otras deseosas de oler a incienso a cara libre. Esperemos que la Covid no haga más estragos y que las nubes de incienso por las calles no solo las sacralizaran sino que mataran al dichoso ‘bicho’, un servicio higiénico como de antaño se utilizara con estos aromas propios de templos y lugares de reuniones.
Las vísperas, más consolidadas. Un momento especial para arrancar este recorrido cofrade es la barriada del Higueral, junto al pregonero de este tiempo de abrir ventanas y balcones. Acompañamos a Jesús Flichi a ese primer encuentro con los pasos en la jornada del Viernes de Dolores en el Prado y en los Dolores de las Colonias, con Mari Carmen y Leonor. No solo supuso revivir con él su magnífico pregón, sino rejuvenecernos en aquellos otros tiempos de adolescencia acudiendo a ver los pasos.
La primera levantá, la primera dedicatoria al pregonero… emociones sentidas y vividas.
El sábado también hay salidas cofrades. La Legión se va consolidando, con más público que el primer año después de estos dos de pandemia.
En la Bendición, por San Rafael Arcángel, una Centuria Romana que quiere entrar en la Semana Santa. No le está resultando fácil, pero ahí permanecen en el empeño.
El Domingo de Ramos nos alegró tanto que recordamos aquella primera crónica cofrade de 1982, con la misma inquietud de Huelva, el deseo de estar con sus cofradías.
Los niños siempre. Estrella, la pequeña hija del cantaor Jeromo Segura, se lanzó por saeta al Señor de la Borriquita. Bien hecho. Arte, frescura, valentía e inocencia.
Y la Virgen de los Ángeles se paró delante de su azulejo como no había ocurrido en otros Domingo de Ramos. Los tiempos de la cofradía así lo marcaron o quizás la Divina Providencia, mejor esto último, y el balcón de mi casa latía al ritmo de su alegría.
Y luego me acordé de mi pregón, porque cuando pasa bajo su palio se queda prendida su cara frente al ventanal de mi casa.
Me emocioné con mi amigo Eduardo Garrocho. Estaba como siempre agarrado a la barandilla de la plaza Virgen del Rosario. Esta vez también le volvieron a parar el paso aunque no hubo saeta, pero sí le pudo rezar al Señor del Amor como hizo la cuadrilla al dedicarle la levantá al almirante del fandango, saetero por excelencia.
El final de la guerra en Ucrania se hizo presente en las rogativas, en flores en los pasos y en lazos trenzados en los varales.
La juventud es la verdadera protagonista en la Semana Santa. No descubro nada al decirlo, pero ahora que me llegan los sesenta, la verdad que el tiempo de la espera más seis horas junto al Cristo cansan… divina juventud.
Me gustan los niños en las cofradías porque, si Dios quiere, se harán hombres y mujeres en ellas y garantizarán su futuro. Aunque no olvido la frase de don Ignacio Noguer: “La penitencia no es para los niños, sino para los adultos”.
Los cortejos aunque disminuyeran en número se mantuvieron muy decentemente, salvo una excepción digna de reflexión. Esta es la verdadera asignatura pendiente; hay que motivar, abaratar el costo de una túnica y la cuota para salir de penitente. No solo hay que destinar las subvenciones a los estrenos. Sobre todo una gestión de cercanía, como la que hace un buen capataz, que está todo el año en contacto con su gente. Si está enfermo, si tiene alguna preocupación familiar o felicitarlo cuando terminó sus estudios o encontró un trabajo.
La ciudad ha vivido días verdaderamente de fiesta. La de Dios en la calle, la que ha llenado cortejos, pasos. E, igualmente, bares y terrazas, porque hay que reponer fuerzas. En algunos puntos la bulla preocupa. Hasta el de los kokis lo vendió todo.

Muchos puntos a lo largo del recorrido con bastante espiritualidad. En las Hermanas de la Cruz un Padrenuestro muy especial en la voz del saetero Jeromo Segura cantado junto a su sobrino Josué. Momentos íntimos que alegran el alma.
En pleno ir y venir pude saludar al obispo don Santiago el Miércoles Santo en la calle La Fuente, después de que acudiera al palco del Ayuntamiento. Muy satisfecho con lo que estaba viviendo en su primera Semana Santa en Huelva con pasos en la calle. Muy acertada algunas innovaciones, como el protocolo de visita a las hermandades, acompañado del delegado de hermandades y del Consejo. A don Santiago no se le escapa una, hay que estar muy presente en este mundo de hoy.
Bajar a Huelva por la alameda con la Virgen de la Victoria es de lo más hermoso en Semana Santa. Ese aluvión de gente es, sencillamente, impresionante.
El Miércoles Santo había personal por todas partes, por San José el Prendimiento traía el barrio entero.
Luego al subir por Puerto, La Palmera y Palos, calles amplias y vacías en ese momento uno se acordó cuando la Esperanza bajaba por aquí. Desbordante. Es su barrio primero y un espacio de desahogo para la cofradía, lejos de ir serpenteando las calles estrechas hasta la Carrera Oficial. Muchas cosas están cambiando, incluso volverá la Virgen de la Esperanza al taller de un restaurador. Seguro que este tema algún día se retomará.

El Jueves Santo se abrió como no se había pensado, en la ermita de la Soledad, para acompañar al Señor Cautivo y a la Virgen de la Misericordia después de un difícil Lunes Santo. El obispo Santiago Gómez se unió a este traslado y se vivió una imagen única, la de los titulares fundidos en una misma estampa subiendo por el Paseo de Manuel Siurot acariciados por el sol de la mañana, como un adelanto de Resurrección.
Jueves Santo, jornada más allá de la tradición, sino de la fe. Expresada en los oficios, en la calle con sus pasos y mujeres de mantilla y hombres igualmente elegantes con traje oscuro. Lo sublime, el encuentro con el Señor en el Monumento. La iglesia conventual de las Hermanas de la Cruz abrió sus puertas al paso del Señor orando y se descubrió la belleza, encanto y mimo de su altar.

Después de muchas chicotás hay que beber un poco de agua. La pandemia cambió la costumbre y los jarrillos fueron sustituido por vasos desechables.
En las cofradías hay oficios necesarios cuya remuneración es una ayuda a muchas familias, la del aguaó, el de la escalera, algunos acólitos, aunque menos, y algún día volverá a ser un oficio de la misma forma remunerado el de costalero, tan digno como el que monta las flores, el de los músicos o del que vende la cera o el incienso.

Seguimos con los niños haciendo nuestra bola de cera, dándole vueltas, uniendo en ella todos los colores que chorrean de los cirios de cada hermandad, haciendo una única cofradía. Cirios que se iluminan en la noche o despiertan en la mañana de la Madrugá Eterna cuando los niños acuden con sus padres a ver a Jesús Nazareno a su entrada.
Imágenes gráficas del recuerdo, de multitud como evocaba con el fotógrafo Pepe Mesa. Aquellas instantáneas que se convertían en carteles que voceaban a todos que la Semana Santa seguía convocando a miles de personas. Lo mismo que desde el balcón de Huelva Información con las mejores capturas de los fotógrafos de esta casa.
Las doce marca el Ángelus y un rezo a la Virgen de la Amargura en su casa de vuelta. En ese momento todo vuela en el sueño de su coronación canónica.

Vivimos muchas cosas, otras nos quedamos por verla como a la Virgen de los Dolores del Perdón en su nuevo palio pasear por Huelva.
Sabemos que siempre queda algo por ver y por hacer en nuestra Semana Santa, eso es lo que la seguirá engrandeciendo.
¡Feliz Pascua de la Resurrección! No dejen hoy de ir a la Hispanidad a estar con el Señor Resucitado.
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