Los bajos precios y el incremento de los costes arruinan el negocio
La crianza de un borrego supone un gasto anual de 30 euros, el mismo precio que se paga por él
La crisis tiene sus caras. Hace cuatro años Alfredo Moreno García dejó su empleo estable en una empresa de Barcelona y regresó para hacerse cargo de la explotación ganadera que su familia posee en la aldea de El Pozuelo, un lugar para él "mágico", rodeado de túmulos funerarios, bosques y tesoros del neolítico.
Los proyectos que diseñó eran muchos, tantos como ilusiones metió en su maleta. Apostó por un futuro nuevo y nunca pensó que iba a tener tan amargo despertar. La explotación familiar creció hasta las 200 cabezas de ganado ovino y levantó una gran nave para llevar a cabo el proyecto estudiado para dar cabida a más de 300 ovejas. Hasta ahí llegó. Moreno comenzó a ver las orejas al lobo de la crisis del sector y decidió reducir poco a poco su ganado.
Alfredo es consciente de que el momento actual "no acompaña para apostar por este tipo de explotaciones, ya que criar un borrego para que alcance dos arrobas y poder venderlo sale por el mismo precio al que te lo pagan, entre 32 y 36 euros por cabeza".
A este zalameño le quedan 40 cabezas "y lo llevo para adelante como buenamente puedo, el panorama no es muy alentador". A pesar de todo, su situación es de relativo privilegio. Cuenta con una finca de 14 hectáreas, Peña Bermeja, "y gracias a que tenemos este terreno y otros arrendados no nos faltan ni hierba ni encinares para alimentar al ganado. El gasto así es mucho menor pero se puede ir, incluyendo el pienso y las alpacas, a los 50 euros por cabeza". En muchos casos, el precio fijado en la venta no compensa el gasto en crianza de los animales ni mucho menos las atenciones veterinarias y esquilado. Tan solo en esquilar una oveja "nos gastamos cuatro euros y la lana resultante la vendemos a una cooperativa que tarda hasta dos años en pagar".
A esta realidad ya de por sí negativa se une la llegada de la crisis. Una situación que ha saturado el mercado y se ha llevado a los consumidores hacia productos más baratos como el pollo.
Con este panorama, los ganaderos se ven obligados a buscar carnicerías y colocar allí su producción. Esto obliga, asegura Alfredo Moreno, "a que se acumulen grandes reservas de carne. La gente no lo compra y al final el ganadero está obligado a quedarse con el animal en la explotación sin venderlo pero teniendo que alimentarlo". La llegada masiva de animales procedentes de países como Rumanía, donde "encuentras un borrego por 20 euros, ha acabado con el mercado. Nosotros no podemos competir a esos precios y nos vemos abocados al cierre".
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