Francisco Mingorance Jaldón, 'Mingo' y el fútbol
Gente de aquí y allá
De albañil a encargado general de Vías y Obras en el Ayuntamiento de Punta Umbría, siempre un ejemplo de esfuerzo, humildad y pasión por el fútbol
Manuel Cartes González 'Manolín': Conocido en todo el pueblo como “Manolín Cartes”, es un moguereño de pro que ha participado en todo a favor de Moguer

Recuerdo perfectamente el día que conocí al bueno de Paco. Fue en un examen para ingresar como oficial del Ayuntamiento de Punta Umbría. Yo era el examinador, el que ponía las pruebas prácticas y el que corregía. Y debo decir que Paco, o Mingo, que así es como era y es conocido, fue el mejor de los 20 aspirantes. Hablando con mi compañera María Dolores Jiménez Bravo, Marily, que fue quien puso las pruebas teóricas, coincidimos, pues ella también me dijo que sin duda Paco era el más preparado. A partir de ese momento empecé a tratarlo y a conocerlo como persona y como profesional y he de destacar que siempre ha sido muy respetuoso.
Nació en Lepe al final del verano de 1952, hijo de una madre lepera y un padre marinero, también de Lepe y llamado Antonio Mingorance, poseedor de todos los títulos de la marinería y que pronto se vino a Punta Umbría a probar fortuna y hacer una nueva vida, que le fue muy bien tanto a él como a toda su descendencia.
Paco empezó a estudiar con don Antonio Alaminos, pero su padre quería para su hijo lo mejor y lo mandó interno a Huelva, primero al Colegio de Flechas Navales y luego a la Escuela de Maestría Industrial. Y para su estancia en Huelva, su padre eligió el recién inaugurado Colegio Menor San Pablo, donde estuvo dos años. Pero el niño le dijo a su padre que no quería estudiar y que le gustaba mucho el fútbol. La verdad es que ahora, transcurridos muchos años, puedo decir que yo no he conocido en mi vida a nadie que le guste tanto el fútbol como a él. Pero el padre no quería que su hijo se “echara a perder” y le dijo tajantemente que si no quería estudiar, se iba a poner a trabajar de albañil. Y así fue, cayó en manos del conocido Antonio Tolopiso, que le enseñó todo lo mejor de la albañilería; y luego con su cuñado Paco Beltrán, que siempre fue otro maestro.
Cuando lo llamaron a filas, ya el Mingo era oficial de albañil y se fue al Ferrol, donde siguió aprendiendo, pues allí por donde pasaba, no desaprovechaba el tiempo y allí se hizo motorista de un dragaminas llamado Guadalmedina, procedente de una compra que el ejercito español le hizo al de los Estados Unidos y que había participado en la Guerra de Vietnam. Y lo hizo tan bien que al finalizar la mili fue premiado por su buen comportamiento y su espléndida profesionalidad.
Una vez de nuevo en Punta Umbría, se puso a trabajar otra vez como albañil, pero sin dejar otras labores. Por las tardes, en el Colegio Santo Cristo del Mar, hizo cursos y obtuvo, entre otros, el título de Patrón de Litoral, sacando el numero 1, pero no lo utilizó nunca, lo hizo solo por saber y por tenerlo.

En 1978 se casa con su adorada novia María del Carmen, que es cinco años más joven que él y tienen dos hijos, un niño y una niña que forman una familia muy feliz, a pesar de que a la madre le sobrevino una enfermedad de trastorno motor que hace que tenga que ir en una silla de ruedas y que Paco se tenga que ocupar de todas las labores de la casa. Él hace de comer, lava, plancha, limpia y todo lo hace muy bien y con mucho gusto. Hasta los que lo conocen bien dicen que le ponen un sobresaliente en todo. Eso sí, él siempre va con los auriculares puestos para no molestar mientras va oyendo partidos de fútbol que, como dije antes, es lo que más le gusta del mundo. Escucha partidos, no importa quien juegue, de equipos ingleses, italianos, polacos o de donde sea. Conoce a todos los futbolistas e incluso en otros tiempos, cuando él podía desplazarse, el Recreativo de Huelva lo nombró colaborador ojeador, cuando estaba en la segunda división nacional. Naturalmente era socio del club y no se perdía ni un partido y algunos jugadores de aquí del pueblo llegaron a jugar en el Recre gracias a él. Son los casos, que yo recuerde, de Redolosi y Carrasquilla, entre otros de aquella época. Él recuerda que cuando era pequeño fue con muchos puntaumbrieños en la canoa a ver un partido de ascenso contra El Ferrol y le impresionó tanto ver aquel estadio lleno de aficionados hasta la bandera, que no se le olvidó nunca.
Paco jugó en el Punta Umbría y según me cuentan era muy bueno, aunque algo miedoso y por eso no llegó a triunfar y tuvo que presentarse a las oposiciones de oficial de albañil en el ayuntamiento, que con el tiempo llegó a ser el encargado general de Vías y Obras, obteniendo la plaza por promoción interna.
Ahora, una vez jubilado y, aprovechando unas horas en las que su esposa tiene una ayuda externa, él aprovecha para hacer compras y sentarse en una cafetería con sus amigos, por supuesto para hablar de fútbol.
Paco es tan bueno que toda la gente que lo conoce lo quiere mucho y eso me consta porque yo lo veo por la calle o en el supermercado y palpo cómo con todo el que se va cruzando lo saluda con mucho cariño. Se lo merece por todo el bien que hace.
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