Enrique Figueroa Castro: Magnífico ingeniero, hijo de gallegos, nacido en Gran Canaria y criado en Huelva
Gente de aquí y allá
La historia de Enrique es la historia de un hombre dedicado toda su vida a construir obras públicas, como la carretera Huelva-Punta Umbría o urbanizaciones de Bellavista y La Monacilla
Manuel Hernández Rull: Manolo 'El Caena'
Hasta que yo no empecé mi vida profesional, no conocí al bueno de Enrique. Era bueno como persona y bueno como ingeniero. Por aquel entonces pertenecía a la plantilla de la mejor empresa constructora que había en Huelva, Rafael Morales.
La empresa la llevaban en aquella época el propio Rafael y los dos hermanos, Jesús y Enrique Figueroa, pero yo, con quien más trataba los asuntos que el ayuntamiento necesitaba, era con Enrique, tal vez por razones de edad o porque todos esos temas era él quien los llevaba dentro de la empresa. A mis compañeros del ayuntamiento Manuel Leal Muñoz, José María González Azcona, María Dolores Jiménez Bravo y a mí nos encantaba tratar con él, igual que con otro técnico ejemplar, el de Diputación Provincial, Joaquín Correa Ortiz. Mereció la pena vivir esos momentos.
Enrique era siempre de un trato afable y daba gusto hablar él y reunirse para tratar sobre las obras que deberíamos realizar en Punta Umbría, que fueron muchas porque nuestro pueblo estaba en plena expansión. La historia de Enrique es la historia de un hombre dedicado toda su vida a construir obras publicas para mejorar la ciudad y la provincia de Huelva.
Era hijo de Eduardo y de Josefa. El padre era el jefe de máquinas en un buque de pesca y por eso él nació en Las Palmas de Gran Canaria, pero con solo un año ya se vino a Huelva. Es decir, que desde el año 1948 ya se hace onubense él y sus siete hermanos. Empezó a estudiar en la academia de la calle Rábida y siguió en el Instituto Rábida, antes de empezar a estudiar la carrera. Entonces en Huelva solo se podía estudiar Magisterio, Comercio o Perito de Minas y él eligió esta carrera técnica que luego se llamó ingeniero técnico de Minas, cuya escuela era un edificio muy bonito que estaba situado donde hoy está el Museo, en la Alameda Sundheim.
Enrique estudio la carrera a la vez que compaginaba los estudios con el trabajo, de lo cual se siente muy satisfecho por el esfuerzo que eso le supuso. Además, está encantado de haber tenido tan magnífico profesorado, pero muy especialmente recuerda con mucho cariño y admiración a don Fernando de Cos y a don Emilio de la Viña, que fueron dos grandes profesionales y mejores personas.
Al terminar la carrera su hermano Jesús ya trabajaba en la gran empresa Rafael Morales y le ofreció entrar a formar parte de ella, donde desarrolló toda su vida profesional y se jubiló siendo director general del grupo. También fue durante cinco años presidente de Ceacop, que era el Círculo de Empresas Andaluzas de la Construcción, Consultoría y Obra Pública a nivel regional.
Él presume de haber construido tantas carreteras y tantas infraestructuras que le ha permitido vivir en primera persona la transformación de la ciudad de Huelva y de su provincia. Participó, por ejemplo, en las obras de la autopista de Huelva a Punta Umbría, de depuradoras, depósitos de aguas, urbanizaciones como Bellavista o La Monacilla en Aljaraque, parte de la autopista Vía de la Plata en Santa Olalla de Cala y muchísimas obras de saneamiento, redes de agua y urbanizaciones en Punta Umbría.
Una vez jubilado, se dedica a con su esposa Belinda Yáñez, con la que se casó en 1973, a viajar y a pasar más tiempo con su familia, a la que le restó mucho, ya que estaba dedicado en cuerpo y alma a su empresa. No obstante, asegura que siempre fue muy feliz y estuvo enamorado de todo lo que hacía. Tiene dos hijos, el mayor que es ingeniero de Caminos, Canales y Puertos; y el menor, que estudió Dirección y Administración de Empresas.
No obstante, ya como jubilado continuó trabajando por la ciudad, ya que se presentó y fue elegido concejal por el partido político Ciudadanos, donde estuvo una legislatura. Ahora lo que hace es viajar, leer y pasarlo bien con sus amigos, con los que se reúne a diario en una divertida tertulia, naturalmente hablando y tratando de arreglar la ciudad, como siempre hizo.
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