La Cooperativa Castañera Serrana dedica un mural a las apañaoras
La iniciativa pretende prestigiar el trabajo femenino en el castañar y el campo serranos
De cuando las castañas de Huelva se exportaban a América en los años 20
En buena parte del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche, el castaño es mucho más que un árbol. Es un pilar ecológico, económico y cultural del territorio. Sus raíces profundas sujetan los suelos de las laderas, previenen la erosión y regulan el ciclo del agua en estos montes húmedos. Su amplia copa crea un microclima que favorece la biodiversidad, ofreciendo refugio a aves, insectos polinizadores y a todo un ecosistema que gira en torno al castañar.
Las castañas alimentaron durante siglos a las generaciones que vivían en la comarca. Los hacedores de este universo han sido las mujeres y los hombres que han construido, paso a paso, cada uno de los detalles que engrandecen este ecosistema.
Entre estas personas, hay que destacar a las apañadoras, que fueron las guardianas de este ciclo. Su trabajo iba más allá de la recogida: conocían el momento exacto de la caída del fruto, diferenciaban calidades, manipulaban el erizo para intentar no dañarse, sin apenas protección, y sabían cómo manipular su interior para conservarlo en perfecto estado. Esa sabiduría práctica, transmitida entre generaciones, unía ciencia empírica y arte cotidiano.
La Cooperativa Castañera Serrana ha querido rendirle homenaje a estas mujeres con un mural en sus instalaciones, ubicadas en Galaroza, con el que pone en valor esa alianza entre mujeres, árboles y territorio, entre cultura y biología. Hablar de apañadoras y de castañas en La Sierra es hablar de cómo un fruto humilde sostuvo economías locales, inspiró fiestas, aportó calorías a una alimentación necesitada y todavía hoy sigue marcando el pulso de los otoños serranos. Aquí, la ciencia del árbol, el arte de la recogida y la memoria rural se entrelazan como un mismo relato vivo.
La obra recoge a una apañaora recogiendo el fruto, rescatando una imagen ancestral en la comarca, que está envuelta en una hoja de castaño, emblema del Parque Natural serrano. También se añaden elementos etnográficos, con la cesta artesanal, y ambientales, con flores como la del poleo.
La artista encargada de dar vida a esta figura mural ha sido Natalia Escaño López, creadora con base en La Sierra y vicepresidenta de la Asociación de Mujeres Artistas Serranas Las Arrojáh. Además, es coordinadora del área artística de Inspira Territorio Museo gastronómico al aire libre y es cofundadora de Lana Marimorena, iniciativa para revalorizar la lana autóctona mediante alianzas locales.
Su práctica entreteje muralismo, fotografía y cine documental para activar imaginarios de proximidad —lana, memoria, oficios y ecologías— con procesos participativos. Ha dirigido el documental Sembrando Historias (2021), obteniendo en 2023 el premio al cortometraje en WofestHuelva por un fragmento de su trabajo sobre mujeres rurales. Coordina encuentros entre la ruralidad, la materia, la memoria, las ecologías y el entorno en la residencia artística que está creando dentro del proyecto finca Montefrío.
Homenaje en Eurocastanea 2025
El encargo se ha insertado en la aportación de la Cooperativa ubicada en Galaroza a Eurocastanea 2025, las XV Jornadas Europeas del Castañar que se han celebrado recientemente por primera vez en Andalucía, en el Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche, concretamente en Aracena. También se ha publicado una reseña en la web del evento con datos recabados de la autora del mural.
Este papel de las apañaoras ha sido también puesto de manifiesto en este congreso europeo con un homenaje que ha destacado el esfuerzo de estas mujeres que se encargaron durante años de recoger las castañas con sus propias manos, sosteniendo el sector y manteniendo activa la producción castañera.
En el mismo participaron María Francisca Roque, de Galaroza, y María Jesús Romero Hermoso, de Aroche, quien no pudo asistir a recoger su diploma por motivos de salud. Para la cachonera, ha supuesto un reconocimiento muy apreciado, ya que comenzó a recoger castañas con solo 16 años, aprendiendo el oficio de su madre. Kiska, como le llaman cariñosamente en el pueblo, describió con sencillez la dureza del oficio, el escaso sueldo que le daban y sus dificultades para desarrollarlo, teniendo que protegerse de la lluvia y con las manos muy afectadas por la imposibilidad de usar guantes.
El tributo ha sido uno de los contenidos de Eurocastanea 2025 en el que han tenido participación los agentes que han conformado la castañicultura serrana y ha resaltado el componente femenino del sector, poniendo en valor el papel de la mujer en el campo, la educación, la casa y, en general, en el mundo rural. Otros guiños a las gentes del castañar de la zona han sido una exposición, audiovisual y revista aportadas por la Asociación Cultural Lieva y la Unión de Autónomos del Comercio CNAC en la que se han destacado el papel de los comercios, la cadena humana de valor y la circularidad del cultivo, siguiendo el proyecto que esta última entidad ha presentado al Ministerio de Trabajo y Economía Social.
La visibilización de este trabajo no ha sido muy constante ni extendido, y tan solo ha habido muestras de respeto y consideración públicas en muy contadas ocasiones, como el monumento a La Apañaora, con su tradicional cesta y una peculiar indumentaria, que instaló la localidad de Los Marines a la entrada de su población, junto a los lavaderos, en 1999.
También recientemente, el libro de Leonor Fernández Cañuelo titulado Estamos Apañás: Oficios y saberes de las apañaoras y asenteras de Galaroza, editado por la Diputación Provincial de Huelva, ha recogido testimonios de la recogida de las castañas por parte de sus protagonistas. La propia Kiska Roque participó en el proceso de redacción y composición de los contenidos del libro, que recoge las memorias compartidas y sentidas por mujeres que han desempeñado dos oficios tradicionales para Galaroza y, en el caso de las apañaoras, para otras localidades serranas.
Sus páginas están plagadas de recuerdos y señas de identidad, al describir lo físico y rudo del trabajo, realizado en meses climatológicamente inhóspitos, por lo que las apañaoras tuvieron que hacer frente a muchas dificultades. Su autora dice que, en este sentido, “se trata de un pequeño ensayo antropológico donde las voces de las mujeres informantes son las protagonistas del discurso en todo momento. Es un espacio donde expresar sus testimonios y hacer un somero análisis sobre la situación de desigualdad estructural que afecta a la vida y los trabajos de las mujeres de Galaroza; esas mujeres que a la vez son portadoras de un universo simbólico, de una sabiduría oral y de un saber hacer que se nutre de la ayuda mutua vecinal, de los espacios de socialización informales”.
Estas mujeres, que trabajaban durante la temporada de cosecha de la castaña, que suele ir de octubre a noviembre, representaban cada año la importancia del trabajo femenino rural, la fuerza, la resistencia frente a las duras condiciones y los conocimientos de la tierra.
Conceptos como la capacidad de sobrevivir, de superar adversidades, el disfrute de las pequeñas cosas de la vida, el tirar para adelante a pesar de las noches desveladas con los hijos e hijas, o las manos dañadas de manipular los erizos y los cuerpos cansados de agacharse a apañar, son desbrozados como un merecido homenaje a estas mujeres serranas.
Aunque al principio fuesen algo reacias a abrirse a la investigación, las historias que cuentan estas apañaoras tienen mucho valor, entre los que se encuentran “el que sus hijas y sus nietos tengan la oportunidad de amar sus raíces mirándose en su propio espejo”, indica Fernández.
Precisamente esta traslación de conocimiento y de experiencias es el que persigue también el mural de Natalia Escaño inaugurado en la Cooperativa Castañera Serrana, “como valor que tiene que obtener un justo prestigio y como legado que transmitir a generaciones futuras”, afirma Arturo Martínez Ronda, presidente de la cooperativa cachonera.
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