De cuando las castañas de Huelva se exportaban a América en los años 20
Diversas cartas documentan las venturas y desventuras de numerosas operaciones en EEUU y Argentina
La presencia de la castaña en buena parte del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche acompaña desde siempre a las gentes de estos lugares, que han conformado un paisaje, una cultura y una forma de vida ligada al terreno y a sus frutos. Además de valores ambientales y de disfrute turístico, el castañar aporta jornales, riqueza y potencialidades de futuro. Pero, más aún, la castañicultura serrana está plagada de elementos, recuerdos, costumbres e imágenes que forman parte de la etnografía, de la forma de ser serrana. Son numerosos los datos que se conservan sobre las cosechas, precios, jornales y fincas de castaño en diversos pueblos de la comarca, y también las obras de artesanía que hacían los carpinteros, y siguen haciendo, con este material. Pero, profundizando en la historia menos conocida, uno de estos pasajes históricos se remonta al siglo pasado, cuando las castañas se comenzaban a exportar a lugares lejanos, y ha sido rescatado recientemente gracias a una investigación de la Asociación Cultural Lieva.
Recopilando documentos en archivos públicos y privados, entre los que destacan los de Aurora Sánchez, Manuel Antonio González o Manolo Sánchez, se ha reconstruido el largo proceso de varios cargamentos de este fruto que salieron desde La Sierra con gran ilusión y empeño.
Los negocios de los que se tienen noticias se refieren a exportaciones del fruto a Argentina y a Estados Unidos, con destino en los puertos de Buenos Aires y Nueva York, fundamentalmente. Mencionan a serranos como Daniel Soriano, de Almonaster la Real, Juan Alcayde, de Aracena, Luis Gómez Fontenla, de Fuenteheridos, y especialmente a Benjamín González Romero, de Galaroza. González fue uno de los propietarios más destacados del siglo XX en la localidad cachonera; su hermano Ismael fue diputado provincial onubense y sus acciones en beneficio de los más desfavorecidos le merecieron el cariño de los vecinos.
Se inician las actividades en 1920, mediante acuerdos que establece el productor cachonero con agentes como Robert W. Adam, consignatario de buques en Huelva, José Paluffo y los Hermanos Bonardi, de Argentina, o José Mora, domiciliado en Nueva York y especialista en la compraventa de ‘spanish products’. Los intentos abarcan pasas, sardinas y otros productos, pero se centran finalmente en las castañas, de las que parece haber buen mercado, en opinión de los importadores.
La castaña serrana tiene mercado en puertos americanos
Los primeros momentos parecieron fructíferos, ante las buenas perspectivas y noticias que llegaban desde los destinos escogidos. En 1921, diversas cartas auguran un futuro halagüeño y se pide por parte de los comisionados en destino que se embarque todo el producto posible antes de noviembre.
Uno de los comerciantes locales encargados de recepcionar y vender la mercancía, José Peluffo, mantiene una amplia correspondencia con el exportador. Informa a Benjamín González del estado de un envío a través del vapor ‘Reina Victoria Eugenia’, que llegó el 24 de noviembre de 1921. Se trataba de 270 cajones de castañas de 13.458 kilos de peso bruto, menos una merma por podridas de 1.120. En total, 9.962 kilos que consigue vender a 5,80 pesos argentinos por libra, lo cual, restando aduanas, análisis, comisiones, frigoríficos y otros gastos, reportaría al cosechero cachonero cerca de 5.000 pesos. Igualmente exitosas fueron las ventas de la mercancía llegada en el vapor ‘Montevideo’, cuyas 801 cajas han alcanzado los 9,5 centavos, según Mora, que aconseja tener más actividad para aprovechar el momento.
Pero ya el 29 de noviembre, el propio Mora advertía que los precios en Nueva York no alcanzaban las magnitudes esperadas, debido a “los grandes embarques de Italia que se reciben semanalmente”, por lo que se teme que el mercado se hunda y tenga que aplicar otro plan “para evitar el descalabro y dolor de cabeza”. El precio podría bajar hasta los 2 centavos por libra, lo suficiente “para perder hasta la camisa”.
El mes de diciembre se desencadenarían numerosos episodios de funesto resultado. El 6 de diciembre de 1921, José Mora Díaz, advierte a Benjamín González de que una partida de 651 cajas de castañas que éste envió a Buenos Aires a bordo del vapor ‘Ansaldo V’ fue condenada por el Departamento de Agricultura por llegar en mal estado. Sus augurios son pesimistas, afirmando que las pérdidas son seguras a pesar de que los compradores estaban esperanzados en que la calidad del fruto alcanzase la del año anterior. Seis días después, escribe otra carta confirmando este mal resultado e indicando que está intentando “salvar lo que buenamente podamos”.
El día de Nochebuena del mismo año está fechada otra carta en la que Mora se queja amargamente el estado de las ventas y critica lo que considera mala calidad del fruto desde su partida en España, proponiendo a los cosecheros compartir los costes que está suponiendo el negocio.
Peluffo continúa informando a González de reveses en las operaciones. En diciembre del mismo año, tras haber recibido la mercancía se dispone a retirarla del puerto sin poder hacerlo por la intervención de las Oficinas Químicas Nacionales, quienes, al practicar los análisis pertinentes, declaran que las partidas se hallan en mal estado de conservación.
Lo enviado desde Galaroza consistía en 360 cajones, con 17.280 kilos de castañas, llegados a Buenos Aires el 19 de diciembre de 1921 a bordo del vapor ‘Balmes’, 200 cajones con 10.000, 185 cajones con 10.000 kilos y 180 cajones con 10.000 kilos, llegados en el vapor ‘Infanta Isabel de Borbón el 26 de diciembre de 1921. Paluffo solicitó un segundo análisis alimentario, que certificó la misma opinión, excepto una remesa de la que pudieron aprovecharse solamente las castañas correspondientes a 89 cajones.
Tuvo que intervenir incluso la Cámara Oficial Española de Comercio, Industria, Navegación y Bellas Artes de la capital, para certificar la situación, ya que Peluffo quiere que no se dude de su honestidad profesional. En enero 1922 le dicen al administrador de la aduana de la capital que certifique el envío al Arsenal de Guerra, para ser quemadas por haber resultado inapta para el consumo, de 200 cajones de castañas con cáscaras. De esta decisión de declararla inapta también se guarda documentación acreditativa de instancias sanitarias argentinas, así como de su partida desde el puerto de Cádiz.
Altibajos en las operaciones y buenas oportunidades
Mejores noticias reportan para las castañas llegadas en el vapor ‘Reina Victoria Eugenia’, que reportan a González una factura de 4.973,51 pesos, aunque Peluffo reconoce que quizá no sean las ganancias esperadas. La situación, por tanto, es inestable, en parte por la actitud de las autoridades aduaneras y sanitarias argentinas, poco permisiva en casos como los del vapor ‘Príncipe de Udine’, cuya mercancía rechaza íntegramente cuando presentaba tan sólo un 20% de deterioro, que se mejora con el vapor ‘Formosa’, cuyas castañas fueron puestas a la venta sin problemas.
Entre las razones de las operaciones malogradas, algunos informes emitidos desde Liverpool hablan de sacos manchados por el sudor de las castañas en las bodegas de los barcos, de castañas brotadas, cubiertas de tierra, algunas podridas, con una gruesa capa de lo que parecen rastros de mineral. Un análisis más detallado menciona que los sacos podrían haber estado estibados junto a mineral de cobre, y que en las castañas estudiadas hay presencia de cal, substancia silícea insoluble, óxido de hierro y alúmina.
No obstante los sinsabores, Peluffo vuelve a reclamar castañas cachoneras en 1922, que llegaron a Argentina el 13 de diciembre de ese año a bordo del vapor ‘Bilbao’, y que supusieron ganancias de 5.222,16 pesos. Las transacciones continúan, y encontramos registros de 1923 con 7.656 kilos de castañas que llegan a Argentina en marzo de 1923, alcanzando tras los gastos un importe de 2.563,80 pesos, que vendrían a ser unas 5.162 pesetas. La operación se produce ya con un nuevo comisionista, Bonardi Hermanos, quienes en abril del 23 están dispuestos a comprarle a González 500 cajones de castañas a embarcar a primeros de noviembre para que lleguen a Buenos Aires antes de mediados de diciembre; “tras esas fiestas de Navidad, el producto perdería la mitad de su valor, pues el consumo merma considerablemente”, confiesan.
La situación debió seguir mejorando, ya que existen datos de nuevos envíos a Argentina. Concretamente, en noviembre de 1924 atracaba en Huelva el transatlántico ‘Meissonier’, que contaba con cámaras frigoríficas y fue fletado por el consignatario Fernando Suárez para cargar 8.000 sacos de castañas de Manuel Silva, de Jabugo, y de Luis Navarro, quien llegó a ser alcalde republicano de Galaroza y que fue asesinado al estallar la Guerra Civil.
La Cultura y la historia castañeras en Eurocastanea
La investigación de este patrimonio documental ha sido elaborada por la Asociacion Cultural Lieva aprovechando la próxima celebración de Eurocastanea 2025. En estas XV Jornadas Europeas de la Castaña, que se desarrollarán en Aracena los días 11 al 13 de septiembre, habrá un rincón para la cultura y la etnografía de la castaña en el Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Esta labor pretende resaltar el esfuerzo de las serranas y los serranos en la construcción de un ecosistema único. El trabajo de tala, de limpieza, de apaño, de cuidados y de comercio será puesto en valor a través de diversas iniciativas. Junto a la Plataforma Andaluza del Castaño y entidades colaboradoras como la Unión de Autónomos del Comercio CNAC o la Unión UATAE Andalucía, van a organizar actividades que ponen de manifiesto la identidad que el castañar ha aportado a la comarca, mostrando herramientas, videos, artesanías o fotografías que acreditan los valores castañeros serranos. Los habitantes de La Sierra tendrán, de esta forma, tendrán un hueco en el programa de un prestigioso evento interncaional que pondrá en el mapa a la comarca onubense como territorio castañero con tradición y potencial de futuro.
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