Mané y Nodal cruzan miradas en 'Sinergia' rozando, desafiando y expandiendo sus obras en Aracena
Trasladan sus dos maneras de estar en el mundo desde el arte, la del que regresa tras atravesar medio siglo de Europa, y la del que se ha hecho nómada en su propio país
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En la Sala del Teatro Sierra de Aracena se celebra un acontecimiento artístico que no responde a una mera suma de talentos, sino a la aparición de un territorio intermedio donde las voces plásticas de dos creadores profundamente singulares, Antonio Nodal y Mané Juan Manuel Alvarez Romero, entrelazan sus respectivos universos sin renunciar a su independencia, creando así una resonancia inesperada que enriquece ambos discursos.
La exposición Sinergia, comisariada por Manuel Pérez Báñez y abierta hasta el 31 de agosto en la sala de exposiciones del teatro de Aracena, no se apoya en lo anecdótico de un encuentro generacional, sino en la potencia visual y simbólica de una conversación sincera entre dos maneras de estar en el mundo desde el arte: la del que regresa tras atravesar medio siglo de Europa, y la del que se ha hecho nómada en su propio país.
Antonio Nodal, testigo doliente de las heridas abiertas por la guerra y el exilio interior, lleva décadas sublimando en su pintura los contornos de la memoria colectiva. Su obra, nacida del desarraigo y la conciencia ética, se despliega como un archivo sensible donde lo biográfico se convierte en alegoría política, sin perder su densidad poética. Su paso por Alemania, su vinculación a la investigación científica y su relación con movimientos por la paz le han dotado de una mirada que observa al ser humano desde la sospecha, pero también desde la esperanza.
Mané, por su parte, ha hecho del tránsito un método. Desde la escultura móvil a la pintura matérica, su trabajo es una constante exploración de los límites entre lo físico y lo simbólico. A caballo entre lo teatral y lo íntimo, su obra está habitada por rostros, huellas y ficciones arqueológicas que configuran un relato en evolución. Poeta visual, lector de la historia y tejedor de memorias, Mané aporta a este diálogo su inclinación por lo mutable, por aquello que emerge cuando se cede el control al material.
Sinergia no es, por tanto, una retrospectiva ni un duelo estilístico, sino un espacio de escucha mutua. A través de cuatro núcleos temáticos, sus obras dialogan, se rozan, se desafían y se expanden en un ejercicio de alteridad fértil. El espectador no asiste aquí a una contemplación pasiva, sino que es invitado a pensar con ellos, a detenerse en la grieta que separa —y a la vez une— lo individual y lo colectivo, lo real y lo imaginado. En un tiempo de sobreproducción visual y discursos superficiales, esta exposición propone lo contrario: profundidad, coherencia.
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