Ángel Carreño Vázquez: portero del C.D. Punta Umbría y excelente persona
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Ángel nació en el Hospital de La Merced en 1938, en plena Guerra Civil, y por eso su infancia fue difícil y la pasó en un colegio interno de Huelva, donde fue compañero de pupitre de Jesús Hermida, el célebre periodista onubense
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Huelva/Don Ricardo Serrano Terrades era el alcalde de Punta Umbría cuando yo ingresé como ingeniero técnico municipal en el ayuntamiento. Mi principal misión era medir todas las parcelas del municipio para conceder escrituras, pues hasta entonces nadie tenía su propiedad, todo eran concesiones. El alcalde me pidió que formara un equipo y le dije que con solo dos hombres me era suficiente, así que llamó a Juanito “el albañil”, que entonces era el encargado de todo el personal de servicios; y le dijo que pusiese a dos operarios buenos para trabajar conmigo.
Ángel Carreño y Gregorio Pérez fueron los designados. Y vaya si eran buenos. Gregorio era el padre del que actualmente es el sacerdote de Ayamonte y vicario episcopal de la Costa-Andévalo de la diócesis de Huelva; y Ángel, funcionario del ayuntamiento y auténtico “porterazo” del equipo local de fútbol.
Los dos ayudantes que tuve eran personas muy buenas y recuerdo que, como el sueldo no era muy amplio, se tenían que buscar la vida trabajando en otro lugar por las tardes y los fines de semana. Gregorio, en la plaza Pérez Pastor, en la cafetería heladería “La Española”; y Ángel, en la taberna de Juanito Coronel, donde se comían las mejores caballas que él servía y, con su gracejo especial, se decía que era todo un caballero.

Ángel nació en el Hospital de La Merced en 1938, en plena Guerra Civil, y por eso su infancia fue difícil y la pasó en un colegio interno de Huelva, donde fue compañero de pupitre de Jesús Hermida, el célebre periodista onubense.
Él siempre fue un gran aficionado al fútbol y vino varias veces a jugar a Punta Umbría, donde Gonzalo Rodríguez, padre del que fue alcalde, lo vio y lo fichó para el equipo local. Gonzalo era un hombre muy del deporte, especialmente del fútbol, y los días que tenían partido le daba un bocadillo, le pagaba la canoa y también le daba algo de dinero. Ángel estaba tan contento que llegó a estar 5 años de titular en la portería y en ese tiempo conoció a una mujer extraordinaria, Angélica Miranda, y se hicieron novios hasta que, a final del año 1965 se casaron. De ese matrimonio nacieron Nuria, en 1966; Mari Ángeles, en 1968; y Juan Amelio, en 1970.
A todos ellos los conozco muy bien y desde siempre. A Angélica y toda su familia, pues uno de sus hermanos era muy amigo mío, charlábamos mucho, incluso teníamos conversaciones de topografía, de ángulos y de coordenadas, porque él hizo la mili en la Marina y además tenía muy buena memoria. Lo recuerdo con mucho cariño. Me traía vinos de Montilla Moriles porque era representante de los famoso vinos Montulia. Las dos hijas, Nuria Y Mari Ángeles, son encantadoras, con una educación exquisita, igual que la madre, a las que quiero mucho, como a su hijo varón Juan Amelio.
Pero sigamos con Ángel y su gran afición al fútbol. Todo el mundo habla del gran portero que tenía el Punta Umbría, que por aquella época no estaba federado por culpa de los transportes, pues aquí solo se podía viajar en canoa a Huelva y los horarios de los partidos no permitían ir a jugar a los pueblos. Así fue hasta finales del verano de 1968, cuando por fin el equipo se pudo federar.
En ese año recuerdo a jugadores como a Manolín Conde, que luego fue exportador de pescados; Pascualín, que luego fue el director del Banco de Huelva; Manolo Barrero, posteriormente director de la Caja de Ahorros de Ronda; Pepe Hernández, que durante tres legislaturas fue un buen alcalde de Punta Umbría, además de buen futbolista o “futbolero”, como se decía aquí; su malogrado hermano Juan; José Luis Morales y también su hermano que murió muy joven y otros muchos. Y por supuesto el entrenador, una persona inolvidable, el célebre Mateos, José García Mateos, que durante muchos años fue operario municipal y al que traté durante muchísimo y tengo unos magníficos recuerdos de él.
De todos estos jóvenes y otros posteriores el pueblo de Punta Umbría guarda en su memoria una época muy bonita de cada domingo viendo los partidos en un campo que, cuando coincidía con la marea alta, se inundaba el terreno de juego.
Y de nuestro portero que tantos partidos salvó, todo el mundo lo quería mucho y le solían llamar “Carreñito”. Yo mismo, raro es el día que no me acuerdo de él, especialmente cuando me cruzo por las calles de nuestra Punta Umbría con sus hijos o con Angélica, que Ángel nos dejó de representantes de él en este pueblo tan bonito.
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