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Víctor Márquez Reviriego, pared con pared

Víctor Márquez Reviriego.

Víctor Márquez Reviriego. / H. I.

“En el país de Andévalo...", ”en Villanueva de los Castillejos...", ”un pueblo de calles blancas y tejados de color canela, sobre una colina, al pie de una serrezuela que lo abriga al norte...”, "esta es la tierra de Víctor Márquez y la mía”…", ”los dos hicimos el bachillerato en la capital onubense; yo interno en un colegio de no muy feliz recordación; él -cuánto más afortunado- examinándose por libre en el instituto y correteando, por más libre todavía, las calles y los campos abiertos de Villanueva”.

De esta forma situaba el escritor José M.ª Vaz de Soto (Paymogo, 1938) a Víctor en el prólogo que hizo en 1978 a Donde acaba Andalucía (Aljibe, 1978), su primer libro, en el que ya aparece su preocupación hacia Andalucía, hacia Huelva y hacia su pueblo natal.

Recuerdo haber conocido a Víctor con motivo de un reportaje que hizo para la revista Triunfo, en el año 1966, titulado “Gibraleón. Los negros andaluces”. Vinieron, él y un fotógrafo, a mi casa para que mi padre (Ernesto Feria Jaldón, médico de Gibraleón entonces) les hablara de esa peculiaridad étnica en el pueblo y les pusiera en contacto con algunas de esas gentes.

El texto del reportaje está recogido en ese primer libro junto a otro dedicado a Blas Infante, antes del viaje definitivo en el que cuenta una simpática historia del insigne andaluz ligada a Castillejos, a D. José Moreno Andrade, recordado maestro, y a las tertulias de La Terraza, el casino de sociedad de Villanueva. Habla del “espíritu” naturalista e idealista de D. Blas y su impertérrita creencia en el valor de la educación, incluso para los animales (trató de amaestrar a un zorro, asunto que cuenta en el relato que no tiene desperdicio).

Casa natal de Víctor Márquez Reviriego en Villanueva de los Castillejos, con la esquina de acero. Casa natal de Víctor Márquez Reviriego en Villanueva de los Castillejos, con la esquina de acero.

Casa natal de Víctor Márquez Reviriego en Villanueva de los Castillejos, con la esquina de acero. / H. I.

Su trayectoria vital es muy conocida: cronista parlamentario de la Transición, jefe de redacción de la revista Triunfo, articulista en diversos periódicos y revistas de nuestro país (El País, ABC, Cambio 16, El Mundo), comentarista de radio (Antena 3, la Cope…), doctor Honoris Causa por la Universidad de Huelva y premiado en diversos ámbitos e instituciones de nuestro país.

En lo que yo he oído y leído, las referencias de Víctor a su tierra, a su familia y a su pueblo son abundantes, a pesar de haber vivido y hecho su carrera profesional en Madrid. Y algunas de ellas son ciertamente jugosas y jocosas, como aquella que relata en su libro Historia personal de Sevilla donde cuenta la visita de un “pobre de pedir” a Castillejos (en el verano de 1951, aproximadamente), quien mediante una solemne retahila soltó un Gran Decálogo de lo que todo español debía creer por entonces.

El sexto precepto de tal decálogo recomendaba ”creer en los Peones Camineros, siempre con sus cunetas tan arregladas…”. Y es que la gracia y el fino sentido del humor de Víctor se cuela fácilmente entre las líneas de su escritura. Mi padre, que hizo una presentación de su libro El desembarco andaluz (Premio Espejo de España 1990), y que definió su estilo como “hiperrealismo irónico”, declaraba que determinados pasajes de esa obra le habían llegado a “producir la risa hasta las lágrimas”.

En su obra Un mundo que se va se deja traslucir su nostalgia del mundo rural que conoció en su niñez advirtiéndonos, en el prólogo, que él es de Castillejos, liebres, perdices y conejos (viejo slogan del pueblo). Ahí nos cuenta una “lobería” en el Mesto (finca de Castillejos), nos relata las plagas de langosta que sufrieron las tierras andevaleñas o nos habla de las Encinas del Andévalo, texto sobre el paisaje del Prado de Osma, con un comentario sui generis acerca de la leyenda de origen y una referencia a los versos alejandrinos que mi padre dedicó a la Virgen de Piedras Albas. El libro es una obra cargada de humor, ironía y juegos de palabras (ahí es un verdadero maestro) en la que se traduce su amor por la naturaleza... y por la vida rural, niño de pueblo como había sido.

Villanueva de los Castillejos. Villanueva de los Castillejos.

Villanueva de los Castillejos. / H. I.

El Ayuntamiento de Castillejos concedió a Víctor la Medalla de Oro del pueblo el pasado 22 de julio, con motivo del día de la Villa. Él siempre conservó la “ll” andevaleña en su decir, en su ejercicio de contador de historias retrató singulares personajes y hechos de nuestra tierra, y fue testigo y notario de excepción de importantes acontecimientos de nuestro país que están en sus libros.

En Japón existe una categoría de Patrimonio Cultural que son las personas Tesoros humanos vivos para caracterizar a aquellos artistas creadores que tienen un valor extraordinario para la comunidad. La Unesco ha reconocido a tales tesoros. Sin duda alguna Víctor Márquez Reviriego es uno de esos tesoros con los que, afortunadamente, nosotros contamos.

Pared con pared tituló Víctor el prólogo que hizo para el libro de los Artículos de mi padre, allá por el año 1994. Las casas de ambos eran contiguas, de ahí ese detalle, y hasta había cosas de disfrute común, como la vieja y añorada morera del patio, con sus gatos.

Hoy ya no existe la casa natal de Víctor, ni la morera, ni mi padre, ni su madre, los personajes de aquel tiempo y de aquel escenario… Pero tal vez una placita en el lugar en el que estuvo su ya inexistente casa y que hoy es un poco agraciado aparcamiento, recordaría la presencia ahí de estos dos importantes escritores andevaleños de Villanueva de los Castillejos.

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