Miguel Martín Delgado: Miguelín el del taller
GENTE DE AQUÍ
Hijo de un gran maestro y de una gran señora, pionero y cabeza visible de tres generaciones de armadores
He leído recientemente un libro que me gustó mucho. Su título es Nada de nadie y está escrito por la triguereña Ana María Garrido Gómez. Es una obra que está dedicada a Nieves Delgado Paloma, la madre de Miguelín el del taller, que fue adoptada por unos marqueses. La niña era tan bonita y rubita que a la señora marquesa, que no tenía hija, se le antojó.
Así que hablaron con sus padres, que eran muy humildes y solo contaban con el dinero que sacaban de la pesca de cada día, que agradecieron el tener una boca menos que alimentar. Nieves se marchó a casa de una familia adinerada donde no le faltó de nada. Comía y aprendió a comer con las institutrices. También aprendió idiomas, vistió como una princesa y tuvo muchos juguetes. Y así hasta que un día los marqueses decidieron marcharse de España, concretamente de Málaga, que es donde vivían. Pero su madre se opuso por completo y Nieves se quedó en Torrox llevando su vida de antes, pero con todos los conocimientos y costumbres adquiridos.
Al poco tiempo la familia se trasladó a Huelva buscando una vida mejor. Se instalaron en el barrio de El Molino de la Vega, donde hicieron nuevas amistades. Nieves conoció a un muchacho de Ayamonte, Serafín Martín, conocido como el maestro Serafín, que se quedaba a vivir en casa de su hermana, muy amiga de Nieves. Comenzaron entonces su noviazgo hasta que se casaron y ella, que era todo un encanto de persona, bien educada y con exquisitos modales, se quedó embarazada de mi buen amigo Miguel Martín Delgado, que nació en el Hospital de la Plaza de la Merced, lo que hoy es uno de los campus de la Universidad de Huelva.
Serafín trabajaba con Tejero y con Talleres Arroyo hasta que se fueron a Ayamonte y posteriormente a Punta Umbría, donde se asentaron. El maestro Serafín hizo mucha amistad con Juanito el Chumín, Manolo Fernández, Juanito el albañil y Cayetano Hernández del Campo, con los que se reunía todas las tardes y lo pasaban muy bien echando las partiditas de dominó. A todo esto, el pequeño Miguel se encontraba estudiando sus primeras letras con don Manuel Morgollón, que era un hombre de carácter enérgico a la vez que simpático y con quien muchos niños de este pueblo también aprendieron sus primeras letras. Primero fue a la Escuela de la Cabrita y después pasó a los Grupos Escolares, hoy Colegio Caracola.
Pero a Miguelín le gustaba la mecánica y se fue como aprendiz a los Talleres Zamora, donde con 12 o 13 años se dedicaba a barrer, limpiar y ayudar a los que allí trabajaban como Diego Sousa o Quintero, que tanto le enseñaron.
Al hacerse mayor le tocó hacer el servicio militar y fue destinado al Regimiento de Infantería Granada 34, donde recuerda perfectamente a mi padre, que por aquel entonces era el comandante Barranco y del que guarda muy buen recuerdo. En la mili siguió aprendiendo, porque fue destinado en los talleres y puso a punto todos los vehículos militares, muchos de ellos cedidos por el ejército de los Estados Unidos de la Guerra de Corea como los Jeep o los Dodge.
Miguelín fue desde siempre un gran aficionado a los toros y no había una capea a la que no asistiera a torear a las vaquillas. De alguna tiene un recuerdo imborrable por los revolcones que recibió, porque eran vacas que ya estaban toreadas y, como se dice por aquí, sabían más que “briján”. Y si no que le pregunten a Manolín Bueno, con aquella placita que construyó en La Norieta y donde tantos aficionados dieron sus capotazos. Por cierto, que Miguelín siempre llevaba en su coche un capote auténtico.
Pero volvamos a su actividad como mecánico.
Montó un gran taller en la zona industrial de Punta Umbría frente a los varaderos. Hizo toda la maquinaria precisa para el famoso galeón Andalucía, que salió de Punta Umbría y llegó a Shanghái, en China, y aún sigue surcando los mares del mundo. Hoy el taller lo llevan ya principalmente sus hijos, que son unos expertos mecánicos. Concretamente su hijo mayor es considerado el mejor soldador de toda la provincia de Huelva.
Ahora preparan la construcción de un barco-tambor, como aquellos que navegaban por los ríos Misisipi o Misuri y que próximamente lo hará por la ría de Punta Umbría haciendo el trayecto de ida y vuelta hasta Huelva trasladando pasajeros para deleite de los turistas.
Miguel Martín, junto a Rafael Pomares, hijo del que fue gran amigo mío y de todos, Sebastián, fueron los primeros que instalaron en sus barcos el ricchio, que ha servido para la captura de la chirla. Ellos fueron los primeros españoles, porque antes fueron los italianos. Después de Punta Umbría le siguió El Rompido e Isla Cristina y así hasta el día de hoy, en que hay en nuestra costa más de 140 embarcaciones con este artilugio.
No hace mucho le concedieron un diploma a Miguel como Buen Armador por tres generaciones dedicadas a armar barcos en Punta Umbría. Pero sobre todo una característica principal de Miguel Martín es su bondad. Es muy amigo de sus amigos y merecedor de todo lo mejor. Por eso está rodeado siempre de gente y de buenos amigos como el exguardia civil Miguel o Antonio Camacho Rivero, que es muy servicial y le ayuda en todo lo que puede. Miguel Martín Delgado, hijo de un gran maestro y de una gran señora. Por eso Miguel no pudo salir mejor. Mejor imposible.
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