Huelva

Manuel da Silva Vitoria, Manuel ‘el portugués’

  • Representa a ese portugués pacífico, amable y cumplido. Tiene una clientela fija que no le falla y que diariamente se sienta en su terraza a ver la puesta de sol en el chiringuito Costa Recife

Manuel da Silva Vitoria.

Manuel da Silva Vitoria. / M.G. (Huelva)

Un día, hace ya mucho tiempo, apareció por mi despacho un señor que yo no conocía de nada. Era portugués y chapurreaba español, pero me costaba trabajo seguirle. Hoy, después de unos 30 años, sigo entendiéndole con dificultad. Venía acompañado por Manuela Mendoza, profesora del Centro de Adultos de aquí de Punta Umbría y a la que yo conocía, igual que a toda su familia. Me alegré porque me sirvió de traductora en algunos momentos. Al poco tiempo se casaron y me invitaron a la boda, que se celebró en el chiringuito que habían montado en la playa y que fue el objeto principal de la visita que había recibido unos meses antes.

Yo le abrí las puertas porque había un espacio libre en la playa conocida como La Recta de El Portil. Naturalmente, el lugar debería salir a subasta igual que todos los demás y le indiqué cuáles eran los pasos que debería dar para que su adjudicación tuviese éxito. Y tuvo suerte, porque solo se presentó él y, por tanto, la adjudicación fue suya.

Desde entonces él me aprecia mucho y me dice que yo soy su padrino, igual que me lo dicen otros muchos empresarios de la playa. Porque a todos los ayudé en la medida que pude sin perjudicar a nadie y mucho menos al Ayuntamiento, porque era a quien me debía.

Tanta propaganda le dio Manuel a sus sardinas a la plancha y a su arroz de marisco a la portuguesa que le encargamos un día una mesa para varios amigos y probar esas exquisiteces. Además, ese día actuaron unos músicos que imitaban a los Beatles de manera formidable y todo resultó un éxito y salimos de allí encantados.

¿Pero quién es Manuel Da Silva Vitoria, más conocido en Punta Umbría como Manuel el portugués? Pues bien, él nació en una aldea llamada San Marcos da Serra, dependiente de Silves que, como le llaman los portugueses, es una freguesia que en otros tiempos fue la capital árabe del Algarve y que tiene un monumental Castillo en cuya puerta principal hay una magna escultura de bronce de Don Sancho I. Pues en ese lugar nació Manuel el 8 de enero de 1956, hijo de Manuel y de Esperanza.

Sus padres tenían una taberna y también se recorrían en bicicleta los pueblos cercanos para vender pescado. Mientras tanto, Manuel se dedicaba a aprender sus primeras letras en el colegio de Doña Neridah, que fue su mentora. Luego siguió sus estudios en Silves. Allí su tía le enseñó modales, porque ella trabajaba en casa del alcalde. Cuando cumplió 10 años fue al instituto y, al terminar, se fue a la Universidad Laboral y de allí a estudiar en la Escuela Agrícola.

También se sacó el carnet de conducir y en sus ratos libres ayudaba a su padre a vender pescado, con lo que pudo pagar su coche. Tuvo suerte de ser hijo único y que sus padres pudieran seguir pagando sus estudios. Así, en el año 1978 se dedicó a hacer prácticas de hidráulica en San Bartolomé de Mesines, porque a él lo que le gustaba era ser maestro y enseñar y llegó a dar clases de Biología y de Ciencias Físicas.

Manuel se casó en 1969 con una profesora de Bellas Artes allí en Portugal y, al separarse, se vino a España en el año 1988 y conoció a otra profesora. Era Manuela Mendoza, dedicada a la educación de adultos junto a María y a otra también llamada Manuela. Las tres, por cierto, amigas mías y grandes profesionales.Su padre se murió joven y él se quedó con su madre, que murió muy mayor hace poco tiempo. Pero él ya había conocido a Manuela, su amor español, con la que vive y con la que lleva el negocio de la playa de Punta Umbría.

Tanto Manuel como su esposa Manuela han pasado muy malos momentos porque el mar tiene esas cosas. Su chiringuito fue derribado por las aguas en días de temporales y el trabajo de reponer les fue muy costoso. Además, con el agravante de que a los pocos días le volvió a suceder, cayendo en el desanimo a la hora de tener que repararlo de nuevo. Y eso les ocurrió varias veces, pero ellos son fuertes y no decaen fácilmente a pesar de las mil y una adversidades que se les han presentado en los 26 años que llevan instalados en el mismo lugar. Además tienen una clientela fija que no le falla y que diariamente se sienta en su terraza de cara al mar a ver la preciosa puesta de sol en el chiringuito llamado desde el principio Costa Recife.

En su país, al terminar la Guerra de Mozambique, tuvo lugar la Revolución de los Claveles que con tanto interés seguimos en España. Fue muy bonito ver en los cañones, fusiles y ametralladoras tanto clavel asomar y ni un solo disparo.

Manuel representa a ese portugués pacífico, amable y cumplido, como dice el refranero español: “más cumplido que un portugués”. Desde estas letras, queridos amigos, os deseo siempre mucha suerte y mucho éxito en el negocio. Os lo merecéis después de todo lo que lleváis pasado.

Manuel es muy rociero, le gusta hacer el camino andando y todos los años coincide con mi esposa, que también lo es. Cosas de la vida, un portugués y una gallega devotos de la Virgen del Rocío que, según me dicen ellos, Ella los mira de una manera especial y les concede sus peticiones. La Virgen les tiene en su manto.

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