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Miguel Ángel Jurado Infantes: Buen amigo de la infancia y gran profesional de las finanzas

Miguel Ángel Jurado Infantes.

Miguel Ángel Jurado Infantes. / Fernando Barranco Molina (Huelva)

Nos conocimos con una discusión. Yo llegué al Colegio Menor Santa María de La Rábida interno con 12 años y allí me asignaron mi habitación y mi cama, la parte de debajo de una litera, y allí fue donde deposité mi maleta y mi abrigo. Me di una vuelta por el colegio para conocerlo: el salón de juegos, el comedor, la sala de la televisión, las aulas, etcétera. Luego volví a la habitación para tratar de organizarla y vi que mis cosas me las habían puesto en la cama de arriba y en la de abajo, que era la mía, habían puesto cosas de otra persona. Así que volví a cambiarlas y me marché. Y al rato, al volver, de nuevo estaban cambiadas y el compañero que hacía tales cambios estaba allí esperándome con los brazos en “jarra” para pedirme explicaciones sobre por qué le hacía eso a un “veterano”. Debo reconocer que después, con el paso de los años, nos hicimos grandes amigos, y aún lo somos, pero en aquel momento me pareció un fanfarrón. A mí me daba igual la cama, pero era la que me habían asignado y eso era todo.

Miguel nació en Huelva el 20 de octubre de 1948 en la calle Rascón Número 1. Su padre, Miguel Jurado Vázquez, falleció muy joven y su madre, María del Carmen Infantes Flores, nació en Moguer. Son cuatro hermanos: Mari Carmen, a quien traté mucho y era un encanto de mujer (falleció muy jovencita); Pilar y Natuka. Miguel estuvo cuatro cursos en el colegio menor en el que nos conocimos y en el que aprendimos, sobre todo, a ser personas de bien.

Él se apuntó al equipo de fútbol porque eso servía para librarse de otras cosas. Pero era tan malo que en el único partido que jugó, cuando el balón venía para él, hizo penalti con las manos para no sufrir un balonazo en la cara. Nunca más jugó. A mí me acompañó un día a Radio Popular al sorteo de un concurso, en el que por cierto me tocó un viaje a Madrid invitado por la artista Marisol; y al salir a recoger el premio me puso la zancadilla. Él era así de gracioso.

Pasaron los años y me cambiaron de colegio. Él creo que se quedó allí y a mí me mandaron al Colegio Francés, pero nuestra amistad permaneció inalterable para toda la vida. Nos seguíamos viendo por las tardes en una habitación que tenían ellos en la azotea de su casa de la calle Rascón, a la que llamábamos “La Ponderosa”. Allí nos reuníamos Rafael López-Tarruella, recientemente fallecido siendo un alto cargo de la Caja Rural del Sur; Luis Torrado, entrañable amigo de la infancia tristemente fallecido este año y sin duda el más recreativista de todos. Solíamos hacer excursiones los fines de semana o puentes. Recuerdo una muy especial que hicimos a Bollullos Par del Condado. Estábamos en el campo instalando nuestras tiendas de campaña cuando fuimos invitados por unas muy animosas chicas a pasar unos días en una casita de campo de la que tenían las llaves y a la que llamaban el hotelito.

Una vez pasada esta época nos marchamos cada uno a una ciudad diferente a estudiar nuestras respectivas carreras. En Madrid recibí en varias ocasiones a Miguel cuando iba a visitar a su tío Ricardo. Es decir, que nunca perdimos el contacto. Es más, a él le debo, pues quien nos presentó, el haber conocido a mi novia María José, con quien más tarde me casé tuvimos tres hijos maravillosos: Cristina, Fernando y Javier.

De nuevo Huelva nos unió ya que, al terminar de estudiar, yo monté un estudio topográfico y le encargué que fuese mi asesor fiscal durante muchos años. Y así seguimos discutiendo por todo, como ya veníamos haciendo desde que nos conocimos. Me sacaba de quicio el tener que pagar tantos impuestos y yo le echaba siempre la culpa a él, cuando no la tenía, porque Miguel siempre fue un profesional muy cualificado.

Toda su vida estuvo dedicado siempre a la contabilidad y al asesoramiento de empresas; y junto a otros compañeros fue el fundador de la Asociación de Técnicos Profesionales Tributarios de Huelva, asesorando a cientos de empresas. Tuvo dos hijos con su mujer Susi, a quien conozco desde mucho antes de ennoviarse con mi amigo Miguelito: Miguel Ángel, un aparejador con el que tengo muy buen trato; y Olga, que estudió Derecho. Ambos ejercen sus profesiones magníficamente.

Miguelito, al que sigo llamando así, fue inscrito el mismo día que nació como hermano de La Hermandad de Nuestra Señora de la Esperanza, de tanto arraigo en nuestra ciudad. Lo apuntó su tía Carmen Jurado, hermana de su padre y que era camarista de la Virgen y ahora Miguel cuenta con la medalla de la hermandad, que le fue otorgada en el 50 Aniversario de la misma. Al margen de esto, su afición preferida es sacar su barquito a pescar corvinas, lo cual hace cada vez que puede.

Miguel Ángel es amigo desde la infancia y un onubense de pro que ha hecho una gran labor en Huelva. Por eso lo he traído hoy a esta galería. Te mando un abrazo muy fuerte querido amigo.

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