Gente de Aquí y Allá

José Ponce Martín: Extraordinario médico, andevaleño y puntaumbrieño

José Ponce Martín en consulta.

José Ponce Martín en consulta. / M. G.

Fui a Minas de las Herrerías para realizar unos trabajos topográficos en parte de esta barriada perteneciente al término municipal de Puebla de Guzmán. Y la verdad es que me cautivó su luz y su tranquilidad. Más tarde mi amiga y compañera de la Academia Iberoamericana de La Rábida, la ilustre Lola Lazo, me regaló un precioso libro dedicado al no menos ilustre arquitecto Alejandro Herrero Aiyón, diseñador de este poblado.

Y mira por dónde, allí nació otra persona ilustre, en pleno corazón del Andévalo onubense, José Ponce Martín, a quien he tenido la suerte de conocer y tratar porque durante muchos años fue mi médico de cabecera. Vino al mundo, como tantos niños, en el ya desaparecido Hospital Manuel Lois de Huelva, el 23 de enero de 1957. Y enseguida sus padres lo llevaron a Minas de Las Herrerías, donde pasó su infancia.

Hijo de minero, su padre Bartolomé Ponce y su madre Rosario Martín lo criaron junto a su hermano menor Juan. Allí fueron a las Escuelas de Primaria de la aldea y a los 11 años consiguió una beca, por lo que sus padres lo trasladaron interno al Colegio Menor San Pablo para hacer el bachillerato. A partir de ahí, incomprensiblemente le fue denegada la beca y se marchó a Sevilla a vivir a casa de sus tíos, donde acabó los estudios preuniversitarios en el instituto San Isidoro. Posteriormente se matriculó en la Facultad de Medicina de la ciudad hispalense. Él no tenía una vocación muy definida, pero se dejó llevar por sus amigos, pues muchos eligieron esa carrera.

Cuando obtuvo el preciado título le tocó hacer el servicio militar y fue llamado a filas nada más y nada menos que al madrileño pueblo de Colmenar Viejo, el cual conozco bien puesto que trabajé allí un tiempo en el Castillo de Viñuelas o Palacio del Duque del Infantado. Y allí fue donde ejerció por primera vez como médico aunque, cosas la mili, allí no reconocían la figura del sodado médico, sino la de enfermero de primera. Y así quedó reflejado en su cartilla militar.

En 1983 se casó en Las Herrerías con su novia Juana, otra andevaleña a la que conocía desde pequeña y con la que tuvo dos hijos: Juanjo y Carlos; y luego un nieto al que adoran: Noah.

Su vida profesional comenzó realmente en el Hospital Alonso Vega, hoy llamado Hospital Vázquez Díaz, donde se especializó en enfermedades del tórax. Luego tuvo diversos contratos temporales cubriendo bajas de otros compañeros por toda la provincia de Huelva y, tras nueve meses interino en la Casa del Mar de Huelva, fue destinado a Punta Umbría, donde consiguió la plaza en propiedad tras superar la oposición.

Cuando llegó a Punta coincidió con don Enrique Prieto Toubes, director del centro de salud y toda una institución en el pueblo, ya que además fue alcalde y una persona muy querida y recordada por todos los habitantes.

A partir de ese momento, el bueno de José Ponce se fue ganando el cariño y amistad de todos sus pacientes gracias a su saber, su forma de ser y su cercanía. Me contaba algunas cosas curiosas de su consulta, pero hay una anécdota con una señora que se quejaba de su pérdida de memoria, para lo cual él le recomendó una medicina que él y sus compañeros tomaban en su época estudiantil. La señora se marchó muy contenta y al cabo de un mes volvió para decirle que el tratamiento no le estaba haciendo ningún efecto y cuando él le preguntó si se estaba tomando las pastillas, ella le respondió que no porque se le olvidaban. Curiosidades de la vida médica.

Tengo que decir que personalmente lo traté mucho, siendo siempre muy amable y acertado. Llegamos a tener una buena amistad que ahora, una vez jubilado, seguimos manteniendo, ofreciéndose siempre a ayudarme cada vez que lo necesito. José ha ido conociendo por todos los lugares donde ejerció a muchos amigos y enfermos y con casi todos hizo buena amistad y compañerismo, pero él resalta, entre todos ellos, a otro gran médico de Punta Umbría, también muy querido aquí. Me estoy refiriendo a don Cristóbal del Río.

Ahora, en su periodo de júbilo, se ha quedado a vivir en este pueblo tan bonito donde se dedica a pasear, aunque no deja de hacer visitas de vez en cuando al pueblo que le vio nacer y donde conserva a sus amigos de la infancia.

También le gusta tocar la guitarra y tiene una que le regalaron sus hijos y con la que trata de aprender día a día. Y lo va consiguiendo, a pesar de reconocer él mismo que no tiene muy buen oído.

He ido por la calle con él y todo el mundo al cruzarse con don José Ponce tiene palabras de elogio y cariño que él agradece y corresponde de la misma manera. Es una pena que se haya jubilado tan buen profesional, pero la verdad es que lo tiene muy bien ganado y merecido. Al menos seguimos disfrutando de él por las soleadas calles puntaumbrieñas. ¡Gracias buen amigo por haber elegido este pueblo para vivir!

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios