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José María Franco, pintor del paisaje

  • Su funeral constituyó ayer una gran manifestación de afecto en Aracena. Hoy le recuerda la Academia Iberoamericana de La Rábida.

"El artista vive, ni se hace ni se nace, vive mientras no deja de comunicar". Sí es así, como el mismo José María Franco indicaba hace unos años, José María Andrés Franco Gutiérrez vive y vivirá siempre entre nosotros.

Gran pintor, hombre de cultura y bandera de Aracena en el exterior, fue enterrado en la tarde de ayer en el cementerio de San Sebastián de la localidad serrana, tras el sepelio en el parroquia de Nuestra Señora de la Asunción. En dicho templo, desde hace algo menos de tres años, existe una obra pictórica suya, de José María García Lahiguera, quien fuera el segundo obispo de Huelva, donada a la parroquia aracenense.

José María Franco recibió el Onubense del Año que concede Huelva Información, en su veinte edición, en 2018, en Arte y Cultura. Era miembro de la Academia Iberoamericana de La Rábida que en la sesión que celebrará hoy, a las 19:30, en el Campus de la Merced, tendrá un recuerdo al artista desaparecido. La academia mostró ayer su pesar, señalando que José María Franco "descansa ya en el cielo de los hombres buenos junto a su querido Juan Delgado, Eduardo García, Manuel Crespo, José María Roldán, Francisco Garfias y Primitivo Lázaro".

Amante de la cultura por encima de todas las cosas, fue un hombre "incombustible", decía ayer su amigo e investigador serrano Antonio Rodríguez Guillén Chamizo. Pese a su edad, tenía un espíritu joven y el ímpetu que demostraba lo mantuvo con fuerza y vida hasta casi el último de sus días. José María Franco no era un pensionista que se cierra en casa o sale al Hogar del Pensionista. Aunque dicho hogar aracenense lo descubrió gratamente en la última etapa de su vida, y allí pasó más de una tarde, en parte por la cercanía de su casa y lugar de trabajo, en la céntrica calle Barberos.

Por su cabeza rondaban cada día muchos proyectos y tenía la virtud de llevar varios a la vez sin que eso le agobiara y, algo importante, contagiar y convencer, era fácil, a varios de sus contactos para que cada uno se implicara en uno de ellos, según iba necesitando. Sin embargo, el capitán del barco siempre era él, un "soñador", aludía ayer el poeta serrano Manuel Moya, con quien realizó varios proyectos en los que José María ponía el pincel y Manolo la pluma. Y hasta algún que otro proyecto se ha quedado sin terminar, nos reconocía Antonio Chamizo sobre las Plazas de Toros de la Sierra. Sus últimas obras pictóricas las dedicó a los rincones y detalles de la iglesia Prioral del Castillo de Aracena. Religioso y cofrade de Aracena, sentía por vínculos familiares especial sentimiento por la Hermandad de la Santa Vera Cruz, ubicada en dicho castillo. Incluso, el autor del Cristo de la Sangre, titular de tal hermandad, fue obra de Antonio León Ortega, artista ayamontino, amigo de José María Franco y maestro de su hijo Alberto Germán, de quien ha hecho su tesis doctoral. De hermandades y Semana Santa, en Huelva sentía especial predilección por los Estudiantes, de la que fue hermano fundador y acompañaba cada Martes Santo.

Como amante de los toro, buen torero y artista, era valiente y sin miedo a decir las cosas como creía y pensaba. Rebelde de joven, más asentado de mayor y de nuevo rebelde en sus últimos años de vida. Hasta comentaba muchas veces que "nunca he tenido miedo de hablar claro, a estas alturas de mi vida menos aún". Ha trabajado durante su vida con muchos políticos, y de todos los partidos, pero "no hago proyectos con partidos, sino con las personas" presumía siempre.

En su etapa rebelde llegó a denegar una recepción oficial de los anteriores Reyes de España en Sevilla, Juan Carlos I y Sofía, quienes en varias ocasiones le contestaron a través de la Casa Real con diferentes cartas sobre sus últimas publicaciones, como Las Estaciones de la pintura (1952- 2012), exposición que tuvo en Huelva y contó con más de 3.000 visitas en pocos días y coincidiendo con fiestas navideñas hace muy pocos años. Gran corazón y solidario, decidió vender la publicación, de exquisita maquetación y calidad y en la que recogía toda su vida pictórica, a beneficio de Caritas. También lo haría con su último libro sobe El Paisaje de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, que recoge, además de ilustraciones, dibujos y pinturas, el discurso íntegro de ingreso en la Academia Iberoamericana de la Rábida en Huelva, ofrecido en una tarde calurosa de finales de junio de 2011, en el salón de actos del IES San Blas de Aracena, donde presentó dicho libro tres años después.

Se sentía serrano y, como con todo lo que hacía, este libro lo presentó en diferentes pueblos de la Sierra, y, como siempre, organizando todos los actos y moviendo los hilos. Se consideraba onubense, serrano y aracenense. Le encantaba caminar y pasear por la Sierra y su primer contacto con ella era en sus viajes de Huelva, de donde era su familia materna, hasta Aracena, ya que su familia paterna es de la localidad serrana y su viuda también. Aún así el primer pueblo donde "comuniqué y expuse gracias a una beca de la Diputación llamada Daniel Vázquez Díaz fue Galaroza", a mediados del siglo XX.

Durante su trayectoria recibió innumerables homenajes, premios, reconocimientos, medallas y méritos, pero de las cosas que más orgulloso se sentía era de pertenecer a dicha academia, en la que por cierto también está su hijo, Alberto Germán Franco. Hijo del artista y que sigue el legado artístico de su padre y de su abuelo, padre de José María Franco. Alberto Germán es un escultor reconocido y, sin ir más lejos, en Huelva realizó la escultura de homenaje a la saga de los Litri, en pleno centro de la capital, y la del homenaje al nacimiento del fútbol, en la entrada por la Avenida de Andalucía.

José María Franco nació en Huelva, ciudad a la que amaba, y ahí se crió junto a su familia. Precisamente dio sus primeros pasos en el colegio que creara Manuel Siurot, donde destacaba por dibujar las hojas de los apuntes que recogía en el colegio. Pensaba que desde "niño queremos manifestar cosas, pintando, dibujando o solo una raya en un papel, y aunque no lo entendamos, eso es comunicar, es arte".

Pasión por los jóvenes, siendo de las "mejores recompensas de mi vida el contacto con la juventud". Fue profesor de la Facultad de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría de Sevilla, donde cursó también estudios y ahora da clases su hijo, Alberto Germán. Impartió clases de arte en los inicios de la Universidad de Huelva. De hecho, otro de los premios que más disfrutó fue la Medalla de Honor de la Universidad de Huelva y hace pocos años otro premio, el Manolo Masera, de antiguos alumnos de la misma.

Soñó con un proyecto de dibujar junto a jóvenes de Aracena, ya que tenía localizados grafitis, dibujados por él mismo en aquellos muros y paredes de hormigón que existen por la localidad y embellecer así esos espacios tan feos y amplios, por lo general, de una forma tan singular. La idea fue aplaudida, pero nunca llegó a hacerse por culpa de los políticos.

Otro anhelo era recuperar el desaparecido Museo de Artes y Costumbres de la Sierra en Aracena donde ahora está el Museo del Jamón de Aracena. Lo intentó hasta el final de sus días sin éxito porque "mientras que pueda daré la lata". Y así fue.

Investigador, despacho lleno de papeles aparentemente desordenados, bolsillo de la blusa siempre lleno de papeles, cartera repleta de tarjetas y listín telefónico con letra minúscula. Móvil Nokia gris, cuya lista de contactos veía quitándose sus clásicas gafas. Tenía correo electrónico que abría en el Archivo Municipal de Aracena, lugar que frecuentaba y donde admiraba al archivero municipal, Juan Ramón Portero Moreno, y en Radio Sierra de Aracena. En dicha emisora realizó infinidad de entrevistas a lo largo de su vida. Cualquier novedad que tenía siempre la comunicaba con pasión. Incluso hace años, los sábados por la mañana, había una tertulia improvisada junto a otros dos artistas como eran los también ya fallecidos Juan Delgado, poeta, y José Orquín, ex alcalde de Aracena. De Juan Delgado ilustró en grafito su libro Geografía y Amor, con dibujos de elementos singulares de cada uno de los 31 pueblos del Partido Judicial de Aracena. Como anécdota pintó los 31 dibujos en poco más de una hora mientras conversaba con su amigo Juan.

Por supuesto, como tantos artistas y personas, nunca llegó a ser con rotundidad, y como mereció, profeta en su tierra, pero sí muy admirado y querido. En Aracena tiene el nombre de una calle en el barrio del Cercado de Reyes, junto a otros artistas locales. Donde sí fue profeta de verdad en es Portugal, país que admiraba y donde viajaba y trabajaba con frecuencia. Como curiosidad en agosto de 2009 recibió en Aracena un homenaje de la Unión Hispano - Portuguesa.

Como el homenaje vivo de ayer con Aracena que palpaba el luto, muchas personas de fuera arreglada, colapsos en el centro, escasos aparcamientos y Plaza Alta y parroquia abarrotadas de público. Descanse en paz.

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