Gente de Aquí y Allá

Antonio López Andreu: El 'Quitito'

Antonio López Andreu, el 'Quitito'.

Antonio López Andreu, el 'Quitito'. / M. G.

Se nos fue antes de tiempo y era una persona que aún tenía que hacer mucho por Punta Umbría. Pero así se presentaron las cosas y contra eso nadie puede hacer nada. Con solo 58 años se apagó su sonrisa eterna.

Antonio nació en Huelva el 5 de enero, señalado día de la cabalgata de los Reyes Magos, del año que acabó la Guerra Civil en España. Y como era tan pequeñito, sus hermanos Miguel y Rafaela empezaron a llamarle “chiquitito”. Y de ahí que se le quedase ese cariñoso apodo con el que lo hemos conocido siempre en Punta Umbría, que fue a donde lo trajeron sus padres a vivir para ganarse la vida en la mar, porque toda la familia ha sido siempre “gente de la mar” y sus antepasados fueron aquellos catalanes que vinieron por primera vez a “La Higuerita” a pescar y crearon esa bonita población que hoy se llama Isla Cristina.

Sus padres tuvieron nueve hijos, cinco niñas y cuatro niños. De pequeño, Quitito fue al colegio de don Antonio Alaminos, por donde tantos niños pasaron y del que tan buen recuerdo se guarda en este pueblo de ese ilustre maestro. De hecho, ahora una plaza de Punta Umbría lleva su nombre.

Cuando terminó en el colegio y, antes de dedicarse a la mar, como su padre o su hermano Miguel, como aún era pequeño, se dedicaba a ayudar a sus padres repartiendo leche por las casas o vendiendo almejas. Pero su primer trabajo en serio fue en los afamados talleres Zamora, donde aprendió mucho y se hizo mayor para poder embarcarse con su padre en la Lucrecia, donde recibió el bautismo de mar. Después volvió a trabajar en tierra, esta vez en el no menos afamado taller de Paco “el fundidor”, donde eran capaces de hacer unas piezas tan exactas y bien hechas que parecían de fábrica. A mí, concretamente, se me cayó en una ocasión un teodolito al suelo y uno de los tornillos nivelantes de bronce se dobló y me hicieron uno nuevo a la perfección. Eran lo que se dice, unos verdaderos artistas.

A nuestro amigo Quitito no le gustaba ir a trabajar al mar, pero aquí en Punta Umbría, por aquel entonces, era lo que había. Así que su padre lo apuntó al Colegio Santo Cristo del Mar, esa noble institución que construyó la Cofradía de Pescadores de la mano del insigne don José Figueroa; y se sacó en título de motorista. Tras esto, se volvió a embarcar nuevamente, ahora en el barco de su padre con él, en el llamado “Miguelito”, para posteriormente sacarse el título de Patrón.

Y ya con ese bagaje estaba en disposición de comprarse su primer barco, que se llamó “El Nuevo Espada”. Ese fue su comienzo como empresario de la mar o “armador”, como se suele decir. Pero como en realidad a él seguía sin gustarle ir a la mar, para entretenerse y trabajar en tierra se compró un bar, el conocido Bar Los Monos, al que yo también tuve ocasión de ir alguna vez a tomar una cervecita. Pero resulta que tampoco estaba contento con esa compra, porque esa no era su vocación, sino que fue solo una prueba que hizo, pues se volvió a sus principios, que eran, sin duda, otra vez el mar. Entonces se volvió a enrolar, esta vez en los barcos de su hermano, el “Guardiola” y el “Samaritana III”. Posteriormente se compró otro barco, en esta ocasión el llamado “Teresa Tur”, con tan mala fortuna que salió ardiendo en los astilleros del bueno de Manolo Varela.

Pero no acaban aquí sus inquietudes, pues era tan emprendedor que se compró otro barco más y lo convirtió en un congelador, que además le servía para pescar. Y tuvo tal éxito, que todo el mundo en el pueblo hablaba del invento de “el Quitito”. Tanto es así, que al barco, que se llamaba “Pepe Damián”, le cambió el nombre y le puso el de su padre, “Miguel Cuco”. Y después constituyó, con sus hermanos, una empresa hispano-marroquí que se llamaba “Cucomar”.

Pero aparte de todo eso, Antonio tenía una amplia vida social. Fue uno de los fundadores de la Peña Cultural Flamenca, pues era un gran aficionado. También fue hermano mayor de la Hermandad de la Santa Cruz en el año 1977. Y por supuesto, era muy rociero y devoto de la Virgen del Rocío, además de muy colaborador con todas las cosas del pueblo.

Se casó con Carmela Limón Gutiérrez y tuvo cuatro hijas y un hijo que fueron muy queridos por su padre, que era muy cariñoso y les dio una exquisita educación basada en el respeto, la honestidad y la lealtad, valores que les inculcó. Ahora, con el paso de los tiempos, después de casi 30 años de su desaparición, en el pueblo se le sigue recordando con mucho cariño y sus hijos no lo olvidan ni un solo día. Quitito, a pesar de ser bajito y de poca estatura, era lo que se dice “un tío grande” y yo siempre digo que, mientras esté en nuestro recuerdo, siempre seguirá vivo.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios