Alfonso Lazo

Las dos derechas

La tribuna

Las dos derechas
Las dos derechas

18 de mayo 2025 - 03:09

En 1954, el historiador francés René Rémond publicaba Las derechas en Francia, una obra que hoy se tiene por un clásico de la historiografía. Partiendo de la Revolución Francesa –acontecimiento en el que quedaron acuñados los términos derechas e izquierdas en el vocabulario político– y llegando a mediados del siglo XX, Rémond analizaba y distinguía no la derecha en Francia, sino tres derechas distintas: la “Derecha Legitimista” o derecha reaccionaria que aspiraba a resucitar el Antiguo Régimen; la “Derecha Orleanista” o derecha democrática y la “Derecha Bonapartista” o derecha radical, populista, revolucionaria y autoritaria cuya manifestación última fue el fascismo. Esta tesis de René Rémond tuvo tal éxito entre los estudiosos que muchos de ellos pretendieron aplicarla a sus respectivos países, sin demasiada buena acogida; no obstante, quedó bien claro que no es riguroso hablar de “la derecha” pues han existido y siguen existiendo muchas derechas bien diferenciadas.

Hoy, el caso español, estudiado con seriedad y al margen de simplificaciones mediáticas, sectarismos e ideas recibidas, nos muestra dos derechas diferentes aunque complementarias: la representada por el Partido Popular (democrática, moderada, europeísta y abierta a influencias socialdemócratas) y la representada por Vox (derecha de nuevo cuño, calificada de “ultra” que no necesariamente es un apelativo despectivo o insultante: “Plus Ultra”, “ultramar”, “más allá de la derecha”, “al otro lado de la derecha”); un PP portador de proyectos económicos, y el partido de Abascal que pone el acento en un proyecto cultural con un estilo de discurso radical y bronco.

Pero la complementariedad de ambos partidos va más lejos. Desde 1968 la derecha consuetudinaria española vive sumida en una especie de Síndrome de Estocolmo ante la izquierda y el discurso progre; un complejo que no ha superado, terminando por copiar determinados giros y ocultamientos propios del autoproclamado progresismo, baste como ejemplo la resistencia de sus gobiernos autonómicos y alcaldías a enfrentarse de manera clara a esa ley sectaria e incompatible con la libertad de investigación científica llamada “Ley de memoria histórica y democrática”. Por eso el PP necesita a Vox para que le pinche el trasero y lo libre de sus complejos. Lo mismo que Vox necesita del Partido Popular a fin de pulir un poco su falta de sentido de la medida en la confrontación política. No son estas cosas mera diferencia de matiz, sino que descubren una seria cuestión de fondo.

En un siglo XXI del que han desaparecido de Europa los hombres de Estado, los estadistas (quizás los últimos fueron De Gaulle o un Mitterrand), sustituidos por personajes mediocres, parece necesario conocer al menos la idea que tales gobernantes tienen de lo que es y debe ser la nación que gobiernan. Sin duda, Felipe González tuvo una idea de España y un proyecto para ella: un a modo de Despotismo Ilustrado dieciochesco como instrumento de modernidad y libertades. Sin duda los partidos separatistas tienen una idea de España, o sea, la no-España. Sin duda, Aznar también, guste o no guste, tuvo claro su modelo de país: ser la mano derecha en Europa del amigo americano, ser una gran democracia de consumidores con peso propio internacional. Pero ¿cuál es la idea de España que tiene Feijóo? ¿Cuál es su proyecto sugestivo de vida en común? Se ignora. Es posible que Vox pueda proporcionársela. No estoy diciendo que la idea de Vox sea fascinante, lo será o no lo será según cada español, pero desde luego tiene un relato sobre la Historia de España y una idea sobre España surgida de ese relato.

Pero ¡Ay! le faltan, salvo importantes excepciones, los intelectuales comprometidos indispensables, que ahora huyen de los partidos vociferantes, y pienso por ejemplo en Iván Espinosa de los Montero (inteligencia, lucidez política y moderación). El PP como aliado moderador podría “prestárselos. De este modo, manteniendo sus diferencias y la personalidad de cada uno en la actual situación de España, los dos partidos pueden convivir amistosamente para luego alcanzar acuerdos electorales y de gobernanza. Sin Vox el Partido Popular jamás tendrá la necesaria mayoría para formar Gobierno; sin el PP Vox nunca tocará poder, condenado a una eterna oposición. No se hagan ilusiones Feijóo y Abascal; de no reconciliarse dentro de dos años en las elecciones generales, Pedro Sánchez volverá a formar Gobierno con separatistas y comunistas. Seguro.

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