Tribuna

Sixto Romero Sánchez

Profesor de la Universidad de Huelva. Presidente de la Academia Iberoamericana de la Rábida

Nacimiento de las academias y sociedades científicas (II)

En España el fenómeno de las academias y las sociedades científicas tiene su origen en el movimiento novator y en la Ilustración. Aunque se había usado la denominación academia para centros de formación científica, generalmente orientados a la formación de nobles y oficiales del Ejército, existió un fenómeno de tertulias cultas en distintas ciudades españolas, cuya primera institucionalización en el campo de las ciencias fue la Regia Sociedad de Medicina y Demás Ciencias de Sevilla, creada en 1700.

A finales de siglo XVIII, José Moñino, conde de Floridablanca, ministro de Carlos III, fue uno de los primeros en plantear la organización de una Academia de Ciencias española, pensando en complementar el sistema académico español, cuyo elemento más significado era la Real Academia Española, fundada por Felipe V en 1713 para impulsar los estudios sobre la lengua castellana como lengua española unificadora del Estado. Se ve que los Borbones estaban intentando aplicar a España el modelo de estructura académica establecido en Francia un siglo antes. Sin embargo, por lo que se refiere a la ciencia, el proyecto acabó fracasando. Tras varios intentos, la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid empezó su andadura en 1847, cuando España estaba en una etapa histórica muy distinta, en la que la capacidad del Estado para impulsar una política científica estaba muy mermada y, al mismo tiempo, otros procesos estaban cambiando la situación cultural y económica del país, de manera que el papel de una academia había cambiado sustancialmente.

En el periodo de la Ilustración, cuyo objetivo era el de la modernización económica y social, la Monarquía había potenciado la existencia de las llamadas sociedades económicas de amigos del país, cuyo modelo había sido la Sociedad Vascongada fundada en 1763. Jugaron un papel económico y cultural relevante, en muchos casos con el establecimiento de enseñanzas de tipo científico y técnico. A pesar de que siguieron existiendo a lo largo del siglo XIX, su impulso renovador se suele circunscribir al período anterior a la Guerra de la Independencia (1808-1814).

A pesar de todo, algunos autores consideran que el proyecto ilustrado de organizar las ciencias a escala nacional fracasó. Hay que señalar que, a pesar de que la academia no cuajara, el Estado desarrolló una política científica, en gran parte basándose en el Ejército, en entidades como la Academia de Guardiamarinas de Cádiz, el Observatorio Astronómico de San Fernando, la Academia Militar de Matemáticas de Barcelona, los colegios de Cirugía o la Academia de Artillería de Segovia, además de otros centros civiles, como los diversos laboratorios químicos de Vergara y Madrid o el Jardín Botánico de Madrid.

El asociacionismo científico se plasmó muy pronto en los campos en los que los aficionados tenían más oportunidades de desarrollar su labor, principalmente, las ciencias naturales y la astronomía, en algunos casos en relación directa con movimientos como el excursionismo científico.

De todas formas, en el establecimiento de academias y sociedades científicas en España se reflejó de manera patente el escaso grado de profesionalización de la investigación, que contrastaba con el auge del movimiento de aficionados a la ciencia. Es difícil y, quizás, prematuro, interpretar el papel de las asociaciones de aficionados a la ciencia.

Aunque hay que remontarse al año 388 a.C. para conocer los orígenes de las Academias, es en el siglo XVII cuando, proliferan debido al surgimiento de un nuevo método de hacer ciencia: se pasa de la observación a la experimentación. En principio las universidades fueron reacias a estos cambios, y los científicos crearon unos centros independientes de las universidades, las academias y las sociedades científicas:

-En Andalucía hay 27 academias todas ellas conformadas en lo que se denomina Instituto de Academias de Andalucía.

-Y en Huelva existen, Academia Iberoamericana de La Rábida, Academia de Ciencias, Artes y Letras de Huelva, Real Sociedad Colombina, Real Sociedad Palosfila-Pinzoniana, y otras instituciones públicas y privadas que sin lugar a dudas han cambiado, afortunadamente, el modus operandi de las iniciativas culturales.

Aparte de los objetivos específicos de cada una de ellas debemos reclamar acciones conjuntas junto a los poderes políticos, económicos y sociales de esta ciudad. Es evidente que en un mundo de enormes desafíos culturales y económicos y el papel de las Academias en el siglo XXI ha de ser diferente al de los tiempos pasados, actualmente en las Academias científicas no se hace la ciencia, su lugar son las Universidades y los centros de investigación, pero se debate y se transmite el conocimiento, permitiendo el dialogo entre docentes, investigadores y profesionales de las diferentes disciplinas tendiendo puentes entre las Ciencias y las Humanidades para alcanzar la Cultura con mayúsculas, suma y resultado de ambas.

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