Una visita a Valdocco

09 de septiembre 2014 - 01:00

LES contaré que Valdocco es el nombre de un barrio de Turín, famoso por tres personajes del siglo XIX que han pasado a la historia por una labor benéfica que desde allí ha irradiado a otros muchos lugares del mundo: Don Bosco, el educador que fundó la congregación de los salesianos; Julietta Corbert, que dedicó su vida al cuidado de niñas huérfanas y enfermas, y José Benito Cottolengo, cuyo apellido evoca en mí el nombre de una casa de acogida en la época de mi infancia valenciana. Si indagamos en su etimología, podremos descubrir que el lugar fue conocido como Vallis occisorum, el Valle de los mártires, por la muerte, hacia el año 300, de tres soldados de la Legión Tebana por defender su fe cristiana.

Pero en Huelva la palabra Valdocco tiene otras connotaciones que se refieren a la labor continuada y tenaz de la Fundación Valdocco a favor de la juventud marginada. La viene llevando a cabo desde su sede en la calle Gladiolo del barrio del Torrejón, ubicación que parece indicar que una flor puede crecer en un entorno desfavorable o desfavorecido. El mérito de esa labor corresponde a una multitud de personas que a lo largo de casi tres décadas han puesto en ella dedicación intensa, recursos materiales y sobre todo ilusión y una fe a prueba de cualquier inducción al desánimo. Los frutos, alcanzados trabajosamente, son por ello más valorables y, día tras día, sirven de alimento a nuevos retos.

Carlos González, director de la Fundación Valdocco, me ha acompañado en una visita por las instalaciones, me ha hablado de los programas en marcha y me ha presentado a algunas personas del equipo en las que he encontrado un denominador común: vocación de servicio y profesionalidad. Con estas bazas no es extraño que Valdocco sea considerado por las distintas administraciones y otras entidades un valioso instrumento para una tarea necesaria y nada fácil, a pie de calle y de barrio. Mi duda es que nuestra sociedad sea consciente de la situación real de una parte de la ciudad que es tan onubense -o más, si nos atenemos a su edad- como, por ejemplo, el nuevo barrio de Pescadería. Seguramente es más cómodo cerrar los ojos, pero adquirir esa conciencia, aunque a veces el proceso sea doloroso, es condición imprescindible para mantener una esperanza a la que todos tenemos derecho. En ese sentido, puede venir bien dar una vuelta por Valdocco y tratar de descubrir su corazón.

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