Trabajo para vivir

22 de octubre 2025 - 03:07

Cuatro trabajadores fallecieron hace dos semanas en Madrid al derrumbarse un edificio en obras. Es una de las últimas tragedias que pone nombres a un problema en el que España sigue lamentablemente lejos de los países europeos más avanzados: la elevada siniestralidad laboral.

Mientras el presidente de la patronal habla del gasto que supone para los empresarios la subida del Salario Mínimo Interprofesional o el permiso de diez días por el fallecimiento de un familiar, en nuestro país siguen muriendo obreros en el tajo. El señor Garamendi no habla, entonces, del coste humano que suponen los accidentes laborales y la muerte de tantos trabajadores. A los cuatro fallecidos en el accidente de Madrid, hay que sumar 548 más en lo que va de año.

Es la construcción el sector que registra la mayor mortalidad en el trabajo, fruto de la falta de inspectores de trabajo, del ahorro de costes en medidas de seguridad, los altos niveles de subcontratación, los crecientes ritmos de trabajo, con largas jornadas laborales o la falta de mano de obra experimentada. Resulta necesaria más prevención cuando la construcción vive un nuevo auge, en particular en el sector inmobiliario.

Hace falta una nueva regulación en materia de prevención de riesgos laborales, la que existe ha quedado claramente desfasada. El Ministerio de Trabajo abrió la negociación con sindicatos y patronales hace más de 20 meses, pero hasta el momento no se ha alcanzado un acuerdo, entre otras razones por la negativa empresarial a extender a las pequeñas empresas la figura del delegado de prevención.

No podemos permitir como sociedad, si queremos ser una sociedad decente, que siga muriendo gente en el trabajo. El trabajo es para la vida, para que las personas desarrollen su ser personas con la dignidad que les corresponde. El trabajo debe ayudar a vivir mejor y no a morir antes de tiempo. Hemos de luchar por un trabajo digno, por un trabajo que no mate, por un trabajo que nos desarrolle, alejado de los accidentes laborales. Para ello se nos antoja necesaria una nueva ley de prevención de riesgos laborales que reduzca la siniestralidad.

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