Trabajar para poder vivir

22 de mayo 2025 - 03:05

Te suena eso de “trabajo fijo para toda la vida”? Durante años nos hicieron creer que el camino era sencillo: estudias, te sacas una carrera y consigues un buen trabajo, como si fuera la recompensa automática al esfuerzo. Aunque unas oposiciones puedan ofrecer estabilidad, no siempre vienen acompañadas de satisfacción personal o profesional. De hecho, hay quienes, después de años de esfuerzo y preparación, terminan renunciando a ese puesto que tanto soñaron. Porque una vez dentro, descubren que no era tan ideal como lo imaginaban o simplemente no se ven haciendo lo mismo el resto de su vida.

En España, la tasa de paro general se sitúa en el 11,4%, la más alta de la Unión Europea . El desempleo juvenil alcanza el 24,9%, una cifra que, aunque ha mejorado, sigue siendo preocupante. Los contratos indefinidos ya no garantizan estabilidad, y muchas personas se enfrentan a empleos temporales o a la necesidad de reinventarse constantemente. La idea de un empleo de por vida es, para muchos, un mito del pasado.

Hoy en día no paramos de formarnos. Vivimos en una especie de “hiperformación” colectiva, con el currículum lleno de títulos, insignias digitales y certificados que ni recordamos haber hecho. La flexibilidad y la adaptabilidad ya no son sólo cualidades: son casi requisitos de supervivencia laboral. Somos camareros con nociones de marketing digital, administrativos con másteres en gestión comercial y pedagogas que saben de ciberseguridad. Polivalentes, dicen. El mercado lo llama “versatilidad”, pero a veces se siente más como una especie de malabarismo existencial que nos empuja al abismo de la autoexigencia infinita.

Y luego llega la vida y te lanza un buen revés: un divorcio, un problema familiar, un despido, una pandemia, una guerra o una riada. De pronto todo cambia y las prioridades se reajustan, como un tablero que se reinicia para una nueva partida.

Si tienes la suerte de contar con un colchón —llámese familia, amigos, una red de apoyo o unos euros ahorrados— puede que solo te falte el aire unos segundos, lo justo para volver a tomar impulso. Pero si estás solo o sola ante el peligro y sin red, el vértigo puede ser paralizante. En ese momento, más que reinventarte, lo que necesitas es simplemente no caerte, y sobre todo buscar ayuda.

Malik tiene 18 años y llegó desde Senegal hace dos, cruzando el Estrecho en patera con la esperanza de encontrar una vida mejor y poder enviar algo de dinero a su familia. María, onubense de 51, ya ha perdido la cuenta de cuántas veces le han dicho que no en una entrevista. Jordán, con 27, sigue preguntándose cuándo podrá independizarse de sus padres. Y Julia encadena dos trabajos, pero aun así llega justa a final de mes.

El trabajo no debería ser solo una forma de ganarse la vida, sino también de vivirla con dignidad. Como dice el refrán: “El trabajo dignifica, pero no a costa de la salud ni de los sueños.” Porque no se trata solo de tener un empleo, sino de poder construir una vida con él. ¡Feliz jueves!

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