Nos toman por tontos

La aldaba

El lema retrata a su promotora. “Trabajar menos, vivir mejor”. La vicepresidenta del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social no se tapa. Yolanda Díaz no se toma la molestia, está convencida de su hazaña. La desvergüenza es supina cuando se vincula el trabajo con una peor calidad de vida con tanto descaro. Esta gente nos ofrece directamente la comodidad infinita, el confort máximo, el atajo, la trocha, el camino breve y sin baches hacia un concepto de felicidad atrofiado. Siempre nos prometen la cuesta abajo, el todo es posible sin esfuerzo, el premio de lotería en cada amanecida. Todo un Gobierno venteando semejante propaganda no puede ser más que nocivo. Prefieren distraernos con la promesa de un paraíso real antes que fomentar los valores y procurar que haya trabajo de calidad. El progreso no está en trabajar menos, sino en que cada cual pueda tener un empleo de acuerdo con su vocación, un sueldo digno y la oportunidad de prosperar con el paso del tiempo. Es el verdadero camino hacia la cacareada calidad de vida, el concepto más manipulado y manoseado en los últimos tiempos. El mero hecho de que un Gobierno considere un éxito que se trabaje menos ofrece una idea de su catadura moral, de su interés por llevarnos a una situación de dependencia de sus propias ayudas y subvenciones, de obligarnos a conformarnos con el pescadito que nos sirva cada mediodía y no dejarnos usar la caña para pescar nosotros mismos. Confunden el carácter social del Estado, previsto para que nadie se quede desamparado, con someternos al riego de sus concesiones, lo que obliga primero a dejarnos en casa el máximo tiempo posible y con pocos recursos. ¿Quién sostiene la cultura del ocio si trabajamos menos? ¿Quién paga las pensiones? ¿Cómo nos preparamos para las crisis y adversidades si no desarrollamos una cultura del esfuerzo que nos mantenga robustos como sociedad? Esta vicepresidenta es un peligro. Demonizar el concepto del trabajo es de una palmaria irresponsabilidad. Hay que ser muy desahogada para meterse en una campaña así. Es el cultivo de la línea de pensamiento bobo que todo lo reduce a “disfrutar” y “participar”. Es la forma de gobernar que se basa en debilitarnos para hacernos subordinados y vulnerables y en subir los impuestos para recaudar más y más para organizar después el reparto a conveniencia. Todos como polluelos con la boca abierta en el nido a la espera de que el papá o la mamá Estado nos alimente. ¡Esa es la calidad de vida! Estas campañas solo pueden generar desconfianza y recelo. Nadie regala nada, siempre hay un objetivo. Agradar, debilitar y someter. Mejor no imaginar qué idea tendrán de nosotros al diseñar semejante campaña. O nos toman por tontucios o nos dan por imposibles y nos ofrecen el paliativo de la publicidad engañosa.

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