No estoy en la Hostería del Laurel, pero como vasallo fiel de una tradición acudo a la cita. Imposible pasar el mes de noviembre sin el recuerdo a la figura de Don Juan, bien la miremos con el perfil de Molière, como Tirso o con nuestra visión más cercana en el tiempo en la creación de Zorrilla, Don Juan Tenorio constituye un patrimonio familiar de la sociedad española, que envuelto en la capa del amor carnal quiere dar un aspecto de ejemplo varonil, atrevido, sin moral para caer rendido por el amor en el perdón y la salvación eterna.

He meditado y escrito mucho sobre la personalidad de Don Juan Tenorio desde que estudiando Psicología y Psiquiatría, los definíamos como un enfermo con un síndrome de seductor compulsivo, un ser con una alteración psicológica, con un trastorno de personalidad antisocial y narcisista.

Don Juan, para muchos, ha sido en una palabra modelo de conquistador valiente y desvergonzado, descreído, carente de principios, exceptuando los sexuales y cínicos. Una triste figura donde finalmente solo la fe y la bondad lograron su remisión. Un apuesto galán donde exclusivamente la mujer, en la figura de Doña Inés, es la razón definitiva de su salvación.

Todos los autores nos han querido demostrar, en el caminar equivocado de Don Juan, que el amor verdadero llega cuando no se espera. Esa fue la gran suerte del Don Juan Tenorio que ganó la última batalla, en un mundo enfangado de pecados, a través de la Misericordia y el Perdón.

Para Moliere, el "burlador" era un hombre que pretendía y deseaba creer, pero no podía, vencido en la fuerza del sexo y la pasión carnal. Un personaje que sin duda, visto ahora en la distancia de los siglos, ha sido el más universal del Teatro español.

Tirso, desmenuza sus sentimientos y crea una obra barroca. Su personaje literario tiene creencias religiosas escondidas que le llevarán a la redención.

Por fin, con acento castellano, el inmortal José Zorrilla, le da un baño de caricatura real y autentica del español caballeresco, pendenciero y enamorado para el que no existen reglas ni valores ni principios. En una España del Siglo XIX, triunfa por su sencillez y dramatismo, y creo que a veces con humor, no pretendido. Don Juan se convierte en un reflejo muy popular y atractivo para las mujeres y los hombres.

En los tiempo actuales juzgar la figura de Don Juan entre el oleaje del feminismo y el machismo daría para mucho que hablar. Yo he tenido, en mi juventud, la suerte, de dirigir esta obra, la de Zorrilla, en teatros y en la radio, e incluso en Procesos Literarios y curiosamente, a muchas opiniones, en el veredicto sobre su figura, los votos del público femenino siempre le salvaron. La bondad y el amor de Doña Inés, alma pura y buena sigue extendiendo sus alas sobre el pecador, cuando el arrepentimiento es sincero y la verdad sólo una, porque digamos con una leve sonrisa zorrillesca: "que siempre será notorio que el Dios de la clemencia, es el Dios de Don Juan Tenorio".

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