En tránsito
Eduardo Jordá
¿Frankenstein o Franconstein?
Crónica personal
Ya, ni educación. El protocolo indica, dentro y fuera de España, que un Jefe de Estado, sea rey o presidente de la República, es el último en llegar a un acto institucional y el primero en marcharse. Pedro Sánchez llegó pronto a los actos militares de la Fiesta Nacional, pero en el Palacio Real se marchó en cuanto saludó a los Reyes en la recepción oficial. Una descortesía que demuestra que se siente profundamente incómodo en presencia del Jefe del Estado. Como demuestra también su nula intención de dedicar tiempo a los periodistas a los que no convoca para viajes o ruedas de prensa, pues al marcharse evitó encontrarse, como es habitual, con los invitados para cambiar impresiones con ellos. Si Sánchez no está cabreado con el mundo, desde luego parece estarlo. Lo que significa que las noticias sobre la presunta corrupción de personas de su entorno más cercano y sus choques con la Justicia le afectan más de lo que intenta transmitir. Y eso que se fue antes de conocer lo que dijo Núñez Feijóo cuando le preguntaron por su estado de ánimo. Respondió que está bien, porque ni su pareja, ni su hermana tienen problemas con la Justicia, ni su número dos está encarcelado.
El Rey respondió con toda naturalidad cuando se le preguntó si tenía intención de felicitar a Corina Machado por su Nóbel de la Paz. La polémica estaba en la calle, porque el Gobierno no la ha felicitado por razones obvias: no tiene ninguna simpatía por la principal adversaria de Maduro. Pero desde Vox han lanzado dardos a D. Felipe. En ese partido conocen mal qué significa una monarquía parlamentaria, en la que el Jefe del Estado sanciona todas las iniciativas del Gobierno que vengan avaladas por las Cortes y, en política exterior, debe seguir la línea que marca el Gobierno. El Rey, sin embargo, comentó que tiene intención de llamarla, que habitualmente el Jefe de Estado solo felicita a otro Jefe de Estado, pero que también lo hace cuando la persona premiada tiene especiales relaciones con España y con la Hispanidad, como es el caso de Machado.
El Día de la Fiesta Nacional se ha convertido en una cita profundamente incómoda para Sánchez. Porque más de media España más quiere verle fuera del gobierno, porque es de dominio público que siente celos enfermizos hacia el Rey, y porque no es plato de buen gusto ser recibido siempre con grito y abucheos.
Este año D. Felipe no solo dedicó tiempo a hablar con los alcaldes de los pueblos afectados por la dana y varias víctimas de esa tragedia, sino que casi en solitario, pues se había ido ya la mayoría de los miembros del Gobierno tras hacerlo Sánchez, conversó largamente con los invitados. Entre ellos los periodistas, que se quedaron hasta bien más de las 3 y media de la tarde. Hasta que se despidió el Rey. Como debe ser.
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