Pedro Cintado García

Los ruidosos ensayos de las bandas de cornetas y tambores

Ya en 1904 los vecinos de Huelva se quejaban de los ensayos de la Centuria Romana, banda musical que empezó en 1892 y terminó su periplo musical en 1924 con la Hermandad de Pasión

Imagen de archivo de la Centuria Romana de Huelva en 2016.

Imagen de archivo de la Centuria Romana de Huelva en 2016. / Josué Correa

Llega la época en que los ensayos de las bandas de cornetas y tambores se multiplican, para estar en las mejores condiciones musicales durante la próxima Semana Santa. Pero el producto que disfrutamos en las calles de nuestra ciudad durante esos santos días, es fruto de un arduo trabajo de muchos días de ensayos con sus pertinentes errores.

Actualmente todas las bandas tienen su propio “local de ensayos” aunque todos los que vamos cumpliendo una edad, recordamos la imagen de esas bandas ensayando en los descampados de la ciudad, sufriendo las inclemencias del tiempo en cuestión y con el agobio de que si se tenía que suspender algún ensayo, posiblemente no se llegara a tiempo para “ montar” tal o cual marcha que les habían pedido insistentemente en la hermandad pertinente.

Éste que os escribe, escuchaba desde su casa, a lo lejos y sentadito en el sofá los sonidos de las cornetas en los ensayos y los consideraba como una parte más de la bonita época cuaresmal que se acercaba en breve.

Los vecinos que vivían más cerca de esos “descampados” que eran utilizados como lugares de ensayo, aguantaban como podían, noche a noche, los estruendos del aprendizaje de los jóvenes que se iniciaban en el toque de la corneta. Llegaba un momento en que la paciencia los agotaba y tras aviso telefónico a la Policía Local, ésta se presentaba, les llamaba la atención y a los pocos días, los desalojada del lugar.

Las bandas tenían que cambiar la ubicación de los ensayos a otra zona más alejada del núcleo urbano, acabando habitualmente en los polígonos de la ciudad.

Pero esto que os cuento no es nuevo, el motivo de la redacción de este artículo es un documento fechado en 1904 donde ya los vecinos se quejaban de los ensayos de la Centuria Romana de Huelva, banda musical que empezó en 1892 acompañando a la Hermandad de los Judíos y finalizó su periplo musical en 1924 con la Hermandad de Pasión. Así lo narraba el diario La Provincia:

«Queja justa. Los vecinos de la calle Hernán Cortés se nos quejan del molesto ruido por el ensayo nocturno de los cornetas de la Centuria Romana que acompaña las procesiones de Semana Santa. Los ensayos comienzan a las primeras horas de la noche en la azotea del propio domicilio del Capitán, en la citada calle, durando hasta cerca de la media noche. Estos mismos vecinos nos han manifestado que hay enfermos en las cercanías de la casa del Capitán, que no pueden dormir ni descansar con el estridente ruido de las cornetas. Tenemos seguridad en que el señor Alcalde remediará inmediatamente esta infracción a las Ordenanzas».

La verdad es que la situación debería ser un poco desagradable. El bueno de Antonio Gilabert, capitán de la Centuria Romana de Huelva, apasionado cofrade de su Hermandad de San Francisco y alma mater de la Hermandad del Rocío, se volcaba en esa pasión cofrade musical que era la Centuria Romana. De esta forma tan simpática y cariñosa lo describe el añorado Martínez Navarro:

«Nuestro hombre era de baja estatura, regordete, algo sordo y tuerto. Portaba un descomunal bigote que descollaba en sus facciones abultadas. Era una excelente persona que compartía sus amores entre la tropa imperial semanasantera, la Virgen de Mayor Dolor y la Blanca Paloma, no faltando a la célebre Romería a pesar de los achaques de su edad y el estado de salud de sus años finales». (Martínez Navarro, 1999)

La Centuria Romana, de la que se puede obtener más información en el libro Centuria Romana de las Cofradías de Huelva de Eduardo Sugrañes, empezó a procesionar en 1892 con la Hermandad de los Judíos y acabó su periplo musical en 1924 con la Hermandad de Pasión. En aquella Semana Santa de 1904 que aquí citamos, la Centuria del maestro Gilabert acompañó musicalmente el Miércoles Santo a la Hermandad de San Francisco, de su gran amigo Carlos Rey; el Jueves Santo a la Hermandad de la Merced, de Eduardo Figueroa y el Viernes Santo a la Hermandad del Santo Entierro, de Antonio de Mora Claros. La otra hermandad que también procesionaba aquel año era la Vera-Cruz, pero iba en silencio.

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