Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Merece la pena?
SEGÚN se describe en el Legajo n° 500, del AMH, de Huelva, sobre casi finalizado el siglo XIX, empezaron en esta ciudad a solicitarse, por mediación de algunas señoras, licencias para establecer en ciertos puntos de la población casas de lenocinio o prostíbulos en inmuebles apropiados para tal fin, acogiéndose las interesadas a aceptar la mayor disponibilidad, para guardar el mejor celo, en lo que le ordenen la Autoridad Sanitaria.
La mayoría de estas casas, que también toman distintos calificativos, en otros lugares, como burdeles, lupanares, casas de citas, mancebías, casas de trato, de putas y otros epítetos, en donde ejercían este oficio tan remoto de los tiempos, con mujeres de la vida, meretrices, rameras, pupilas, burracas, y otros apelativos, que han ido llamándose en el correr de los años.
La mayoría de estas casas, dedicadas como prostíbulos estaban ubicadas en aquellas épocas del siglo XIX, entre las calles Béjar, Gravina, Carretera de Gibraleón y Tendaleras, aunque existían algunos de estos inmuebles, muy cerca de las reseñadas, pero mayormente, fue la calle Béjar la que se lleva la palma, a la que también el vulgo la solían llamar la calle de las Mujeres, por ser dicha vía en aquellos tiempos una salida por poniente de la población, el camino real para viajar a Sevilla, rotulando con este nombre dicha calle, muy frecuentada por viandante y medios de transportes. Dichas solicitudes, antes de ser autorizadas por el Ayuntamiento, tenían que pasar por la Autoridad Sanitaria para su aprobación en cuanto a su amplitud y salubridad.
Pasados los años, al constituirse una nueva calle próxima a la de Gibraleón (actual Avenida de Alemania) fue llamada Gran Capitán, en donde se ubicó toda una vecindad, anexa a la prostitución, en donde se vinculaba también la calle Granada y Carretera de Gibraleón, desapareciendo los prostíbulos de la calle Béjar y adyacentes, para instalarse en sus nuevas moradas, de esta referida calle, que sólo el nombrarla era tabú para los que no la frecuentaban y menos pasar por ella.
Tanto la calle Béjar y su contorno se vieron libres del San Benito que tuvieron, para convertirse en una popular vía de comunicación y vida doméstica de su vecindad, hace ya bastante tiempo.
Al igual, desapareció la calle Gran Capitán posteriormente, quedando una popular y hermosa vía con inmejorable edificios, llenos de placentera vida cotidiana.
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