Preguntas sobre la Ley de Extranjería

La reforma de la Ley de Extranjería que ahora entra en vigor ha vuelto a colapsar el sistema de atención a las personas migrantes que no tienen regularizada su situación. Largas colas ante las oficinas donde se realizan esos trámites, cientos de hombres y mujeres esperando durante horas que les den un número... Todos en la calle haciendo fila, todos de pie, arrastrando su cansancio, calladamente resignados. La imagen es suficientemente expresiva de lo que los migrantes significan para las sociedades a las que llegan: mano de obra dócil, silenciosa, escoria necesaria para sostener nuestros privilegios.

Todos ellos, sin embargo, darían por bien empleado cualquier maltrato institucional si pudieran lograr el sueño de la regularización. ¿Va a ayudar esta reforma a eso? Hay quien defiende que servirá para simplificar o al menos flexibilizar el laberinto burocrático que deben atravesar los extranjeros (los extranjeros pobres, se entiende). Otros critican las graves consecuencias para los solicitantes de asilo, la mayoría de los cuales ya trabajan y cotizan formalmente en España y pueden quedar ahora en situación irregular. Las entidades que trabajan con migrantes se quejan sobre todo de que las propuestas de la sociedad civil apenas han tenido eco en la norma aprobada.

Es triste, pero explicable: la ley de extranjería no pretende ser una propuesta favorecedora e inclusiva por parte de la sociedad receptora ante el fenómeno de la migración, sino una apisonadora legal en defensa de los intereses del sistema, que necesita trabajadores pero a la vez establece rangos de derecho en función de la procedencia o la renta. Comparándola con el derecho de gentes impulsado por Francisco de Vitoria o Bartolomé de las Casas es una herejía jurídica, y cuesta entender que desde el siglo XVI lo que hayamos hecho con las leyes sea ir hacia atrás.

El fenómeno migratorio se ha convertido en una fotografía implacable de nuestro tiempo: dime dónde te sitúas en tu relación y visión de los migrantes y te diré cómo piensas. Ahí cabe desde la instrumentalización por parte de la derecha y ultraderecha europea, hasta la hipocresía de los partidos de izquierda. ¿Quién enarbola el derecho a buscar un lugar donde vivir en paz, con dignidad, o simplemente donde conservar la vida? Esa es la pregunta que no contesta la Ley pero sí podemos contestar cada uno de nosotros. Y plantea un debate esencial sobre cómo queremos que sean las sociedades en que vivimos.

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