Esa pesada letanía

El olvido y la desatención que hemos padecido los andaluces sí que es un hartazgo

Hace aproximadamente una semana, un representante de Crompomís en el Senado, Carles Munet, repitió en su intervención durante un minuto la palabra Cataluña, finalizando con un "¿A que harta?". Llevaba razón en su pregunta retórica porque el problema independentista catalán, en buena medida, viene secuestrando la acción del Gobierno central y acaparando la actualidad en los medios. Sin embargo, aún dándosela, habría que responderle que el hartazgo nunca justificaría el no prestar atención a dicho problema. Pero sí estuvo especialmente desacertado cuando argumentó que tal reiteración lingüística la había hecho para criticar el que el citado problema -al que denominó conflicto- se usa como continua cortina de humo y para tapar todo. Si lo cree así, habrá que invitarlo a que busque evidencias que apoyen su afirmación. Se topará con que no hallará ninguna o muy pocas. Ningún estado se tomaría en su territorio un asunto similar al catalán como un tema menor; todo lo contrario. Los que tienen la culpa de esa pesada letanía son los independentistas catalanes y nadie más, que no desaprovechan ninguna ocasión para tensar la cuerda para enervar a los demás, saltándose la legalidad cada vez que lo han considerado oportuno. Y es cierto, nos han empachado. No obstante, esa no ha sido la peor de las consecuencias; ha habido otras más perjudiciales, como el que se hayan alterado prioridades, favoreciendo a Cataluña en detrimento del resto de las comunidades, en un intento de aplacar o contentar a los independentistas. Las cesiones de Pedro Sánchez en los presupuestos y en otras medidas han sido una buena muestra de esto último. Mientras tanto, otras comunidades fueron relegadas. Andalucía, por ejemplo, continúa con importantes carencias y sin converger con la economía, empleo o infraestructura españolas, y, no digamos, con las europeas. Llama la atención, al respecto, el que determinados días -como el de ayer- no se conviertan en jornadas claramente reivindicativas, más allá de ser declarados festivos, de que se den premios y distinciones y de que se celebren algunos actos institucionales. Las reivindicaciones andaluzas no tienen que pasar, ni mucho menos, por pedir el derecho de autodeterminación, sino por exigir lo que le corresponde, como una financiación justa y la ejecución de las inversiones necesarias -valga como botón de muestra, las que requieren las infraestructuras de Huelva-. El olvido y la desatención que hemos padecido los andaluces sí que es un hartazgo.

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