Se llama Mariana y no ha concedido ni una sola entrevista. Pero su pelea para poder cotizar y tener derecho a paro ha significado un antes y un después en la lucha de las empleadas de hogar. Su caso, defendido por un despacho laboralista que no le cobró nada porque ella no hubiera podido pagarle, llegó hasta el Tribunal de Justicia de la UE y ha destapado una discriminación a voces, perversa de tan evidente, pero que a nadie parecía importar hasta ahora.

Que las empleadas domésticas no tienen los mismos derechos que el resto de los trabajadores lo sabe todo el mundo. Que se trata de un colectivo especialmente vulnerable salta a la vista: el 90% son mujeres jóvenes, extranjeras o sin formación. Que su trabajo es esencial lo pueden testimoniar los casi 400.000 hogares donde trabajan, y los más de 200.000, se calcula, en los que ni siquiera están dadas de alta. Que la sentencia europea a favor de Mariana ha logrado que el gobierno se ponga las pilas para reconocerles al fin los beneficios laborales que les corresponden, es, desde esta semana, una alegría que nadie les quitará a todas estas mujeres.

Así que, con delantales y escobillas, esas que se han llamado toda la vida chachas, las empleaditas que friegan, planchan o cuidan a nuestros mayores, celebraron a las puertas del Congreso lo que consideran una victoria histórica. Dentro los parlamentarios ratificaban por fin, con 11 años de retraso, el convenio 189 de la OIT, un marco legal que en realidad significa solo comenzar a hablar de lo que importa: derecho al paro y a las prestaciones asociadas, terminar con el despido sin causa, o regular condiciones cercanas al servilismo como las de las internas.

Se trata de un triunfo aún más admirable porque lo han logrado prácticamente solas: mujeres migrantes casi todas, reuniéndose en parques y plazas, asociándose entre ellas, muchas veces ignoradas por partidos o sindicatos que les daban largas. Ni siquiera la reciente modificación de la reforma laboral las tuvo en cuenta. Pero Mariana, Edith, Marcela, Amalia y tantos nombres que ustedes conocen, no quieren dar pena, sino reclamar lo que dignamente les pertenece. Esta es su gloria: demostrar que los cuidados deben estar en el centro porque sostienen el sistema económico y que cualquier forma de desigualdad debe ser combatida. Con la discreción que las distingue, pero con contundencia, están dispuestas a seguir peleando por su futuro y de paso, por el nuestro.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios