Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
El puente de los espías (2015), la mejor película en las salas actualmente, nos ha descubierto, entre sus muchos valores, el recuerdo de los mejores títulos que se ocuparon de la llamada "guerra fría", que fueron muchos y en su mayoría de muy estimable calidad. Reflejaban desde diversas perspectivas las preocupaciones, las incertidumbres, zozobras y temores que suscitaba el enfrentamiento soterrado de las dos grandes potencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, y la constante actividad y trasiego de espías, agentes, traficantes de secretos oficiales y traidores dispuestos a todo además de incidentes que suscitaban de inmediato inquietantes alarmas y eventualidades más o menos arriesgadas
Citaba en la crítica de la película de Steven Spielberg los más destacados, a mi entender, entre los más notables títulos de este género -digámoslo así-, Teléfono rojo, volamos hacia Moscú (1964), de Stanley Kubrick; El espía que surgió del frío (1965), de Martin Ritt, basada en la novela de John Le Carré y Cortina rasgada (1966), de Alfred Hitchcock, por recordar sólo tres de las muchas que podrían ilustrar tan apasionante capítulo. Pero, como muy bien saben, los conocedores de este tipo de cine son muchas más las que trataron el tema con apreciable dignidad y en muchos casos acierto.
Hagamos una breve antología en la medida del espacio disponible de estas películas en muchos casos inolvidables. Rememoremos Manos peligrosas (1953), del siempre efectivo Samuel Fuller, con Richard Widmark, la bellísima Jean Peters y la estupenda Thelma Ritter. De este tiempo podríamos incluir otras dos películas de Hitchcock, El hombre que sabía demasiado (1956), con James Stewart y Doris Day -que tenía otra versión en 1934- y Con la muerte en los talones (1959), con Gary Grant, Eva Marie Saint y James Mason. Si Carol Reed ya había realizado uno de los grandes incunables de la postguerra cinematográfica con El tercer hombre (1949), diez años después dirigió la ingeniosa Nuestro hombre en La Habana (1959), según la novela de Graham Greene con Alec Guinness y Maureen O´Hara (recientemente fallecida).
En clave de humor y la genialidad de Billy Wilder recordaríamos con una sonrisa en la boca, Uno, dos, tres (1961). En ese mismo tono apuntaríamos ¡Qué vienen los rusos! (1966), de Norman Jewison. Pero antes se había estrenado la imprescindible The manchurian candidate (1962), de John Frankenheimer, con Frank Sinatra y Laurence Harvey, según la novela de Richard Condon. Muy reveladora fue Estado de alarma (1965), de James B. Harris, de nuevo con el siempre convincente Richard Widmark delante de un gran reparto en el que estaban Sidney Poitier, James MacArthur, Martin Balsam, Michael Kaine y Donald Sutherland. Constituyó un precedente de La caza del octubre rojo, que veríamos en 1990, dirigida por John McTiernan, con Sean Connery, Alec Baldwin y Sam Neill. Años después surgiría Noches de sol (1984), de Taylor Hackford, con el bailarín ruso Mikhail Baryshnikov y tres ilustres intérpretes Helen Mirren, Gerladine Page e Isabella Rossellini.
En los 90 apuntaríamos otro título, poco relevante Cielo de octubre (1999). Inmediatamente después vendrían films realmente característicos de aquella situación: Trece días (2000), de Roger Donaldson, sobre la crisis de los misiles en Cuba; El americano impasible (2002), de Phillip Noice; Rumores de guerra (2003), de Errol Morris, un documental ganador del Oscar, y El milagro (2004), de Gavin O´Connor.
QUIROGA
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