POR montera

Mariló Montero

Qué pasó con Alba

Por algún motivo justificado, antes de ayer decidí saber qué había pasado con ella. Lo cierto es que su historia me afectó tanto que veo natural que me interese saber cómo está. Una historia no lo es si no se completa su final y por eso he tratado de averiguar cómo se está escribiendo su biografía.

La recordarán enseguida, porque se convirtió en un símbolo de los malos tratos que seguimos padeciendo en España. Se llama Alba, entonces tenía cinco años, y hace dos la dejamos rodeadita de cables, máquinas y médicos en la UCI de Hospital de Valle de Hebrón de Barcelona. Había ingresado con un traumatismo cranoencefálico con enema cerebral, una clavícula, el húmero, una costilla y la cabeza rotas tras la paliza que le propinó un criminal. Ese era el diagnóstico aquel 26 de marzo de 2006. La conmoción social alcanzó un grado extraordinario: al hospital llegaban regalos a raudales y cientos de peticiones de adopción. La pequeña, seguía en la UCI luchando por sobrevivir. Quizá oyó el clamor popular y optó por salir adelante. De improviso, Alba se esfumó con la elegante discreción que merece el paso de las páginas de una dedicatoria: son breves, intensas, no las olvidas, pero se guardan en la intimidad.

Alba vive. Imploré por su vida, supliqué que sobreviviera para que tuviera la oportunidad de disfrutar al lado de una familia que borrara todos sus padecimientos. Alba era maltratada por el novio de su madre -cómplice de los abusos-. Francisco Javier y Ana María le hacían comer los vómitos que le provocaban con las palizas, le tapaban la boca con cinta adhesiva, ataban sus manos a la silla, le daban agua con una jeringuilla, la encerraban desnuda en el balcón. La pequeña iba a la guardería con el pelo rapado a jirones, llena de cicatrices que nadie veía. Las denuncias por malos tratos se acumulaban en las torres de papel que, como la de Babel, nadie escucha ni atiende en los juzgados desbordados.

Hoy en día, Alba está viva, sí. Pero ahora retumba en mi cabeza la pregunta que me hizo un amigo entonces. Me dijo: "Mariló, ¿de verdad que deseas que esa niña viva? ¿Sabes las secuelas que le condenarán para siempre?" A partir de aquí, que cada uno haga la reflexión que crea más oportuna. Yo era optimista.

La serie de llamadas que inicié me llevaron hasta una de las paredes contiguas donde se encuentra la pequeña. Alba vive en un centro especial de la Generalitat de Cataluña, donde recibe atención médica y sanitaria a diario. Alba, me dicen con temor a que se viole su intimidad, tiene cierta movilidad, pero no puede caminar ni tampoco hablar. Probablemente nunca lo pueda hacer. Su madre, y quien invalidó su vida, continúan en la cárcel, de momento. Su padre biológico la visita con frecuencia.

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