
Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Sin cortafuegos ni cabezas de turco
Tribuna
ACUDE a mi memoria aquellos celuloides de larga duración cinematográficos que se proyectaban lo mismo en las salas de los cines de invierno de nuestra ciudad como en los de tiempo veraniego, de vallas de madera y con pantallas de blanco lienzo, ribeteadas de negro color, que más parecía una esquela mortuoria o se aprovechaba su trazado, en una blanca pared que quedaba de un solar.
Se proyectaba entonces aquellas películas del arte de la comicidad, muy apetecidas por la juventud, que fueron pasando por una era del cine silente o mudo, carente por tanto de diálogos, que se repartían en su interpretación por excelente actores cómicos, muy en boga en aquellas fechas, que nos hacían explayarnos con una risa sana, su mímica acción.
Estos rancios celuloides, con argumentos de una leve originalidad y fáciles recursos, tomaban, sin embargo, un valor interpretativo en su mudez y por manifestarse sólo con la mímica, o por la pantomima, que le facilitaba sobre todo a los jóvenes más la expresión gesticular y la extravagancia de los cómicos que tener que leer lo rotulado en la pantalla, que era la técnica que en aquellos tiempos nos ofrecían.
De aquellos actores del arte de la comicidad, que fueron desfilando por estos films carentes de voz, entre los que mayormente recuerdo tenemos a Buster Keatón (Pamplinas), Harold Lloid, (Gafitas), Tomasín y Sandalio y, como figura principal, el genio de la pantomima, Charles Chaplin Charlot.
Pero si nos referimos a películas parlantes o dialogadas, se contaba con muy buenos actores cómicos, pudiéndose enumerar a la famosa pareja que fueron Stan Lauren y Oliver Hardy, (El Gordo y el Flaco), los simpar y extraordinarios Hermanos Mark. La pareja Bud Abbot y Lou Costelo, Bob Hope, Danny Kaye y Jerry Lewis.
En la actualidad, estos films, hilarantes y divertidos han ido pasando al olvido a su antigua filmoteca que, por lo menos, no contando con las grandes pantallas, con sus nuevas técnicas, sería bien, que algunas de estas películas, fueran proyectadas en alguna ocasión, en pantallas televisivas, que serían más aceptadas, que las que nos saturan a cañonazos, los tan repetidos rollos, de las series de películas policíacas, siempre con el mismo argumento, tan manido y tan trillado, que toma el deseo de apagar e irte a la cama.
Tenemos que descubrirnos ante aquel gran genio de la comicidad, con su bombín y su bastón, como fue Charles Chaplin Charlot, que nos ofreció con su pantomima y extravagante planta cómica, todo un recital de muecas y ademanes, que nos deleitó sobremanera.
En una de sus crónicas a la prensa, se manifestó, exigiendo, que su famosa película Luces de la ciudad, no fuera dialogada, que la pantomima o mímica, eliminara a la plática y por ello cosechó un gran éxito de proyección.
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