¿Quién no querría ser del sur?

18 de agosto 2025 - 03:05

Sé que caigo en el tópico, pero fue escuchar al alcalde de Bilbao decir que no quería que su ciudad se convirtiera en un “pueblo del sur del Estado” y me lo imaginé intentando parar a unas cuadrillas de tiarrones con chapela para que dejaran de empujar el Guggenheim a la ría e impedir que lo trajeran costeando y atado de una soga con idea de subirlo por el Guadalquivir hasta dejarlo al solecito en un descampado antes de volver a por el resto de la villa. Porque si no, no entiendo la frase. ¿Quién no querría ser del sur?

Que a un nacionalista, vasco o catalán, le cueste más decir España que asumir que es español, es una soberana ridiculez enraizada en nuestra política. Como lo de llamar Estado Español a España que, por cierto, es una frasecita que se le ocurrió al franquismo. El dictador no iba a llamar al país República Española después de la que lio para acabar con ella; lo de Reino de España no le venía bien entonces; Imperio resultaba pretencioso y sonaba a chiste malo y la creatividad no le dio para más. Así que Estado Español. No me extraña que a los nacionalistas vascos les guste. Todos los autoritarios excluyentes acaban coincidiendo en lo fundamental: el desprecio a los que son diferentes o piensan distinto.

El comentario es xenófobo, la verdad, pero tampoco vamos a echarle cuentas a un tipo que presume de moderno y se ve que no conoce la polea, porque disfruta viendo cómo se levantan piedras como diversión, mientras en el sur, desde hace milenios, si hay que levantar algo para divertirse, lo hacemos con una copa de vino y para brindar con alegría y a poder ser por alegrías. Porque al final, y esto es una evidencia histórica incontestable, que no te romanicen convenientemente, se nota mucho durante generaciones. Incluso milenios. Deja tanta huella que es como el pecado original de la civilización.

Sinceramente, que el señor Aburto –y anda que no es fácil tirar de chirigota para hacer gracietas de vocales con ese apellido– soltara semejante idiotez en mitad de un discurso sobre la tolerancia lo retrata y lo delata. Lo que, militando en el partido que fundó el fabulador racista de Sabino Arana, no es ninguna novedad. Así que tampoco vamos a echarnos a llorar por oír otra majadería. Mejor nos reímos de este saltabalates y la cuadrilla que lo aplaude y echamos la tarde.

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