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Ponga un estudio en su argumento, y le dará color. Puede que le suceda como al presidente Sánchez, que citó el otro día uno de la prestigiosa Universidad John Hopkins que daba a España el séptimo puesto mundial del ranking de realización de test de Covid-19... sin que tal estudio exista (por menos de esto dimiten los ministros en Alemania). Puede que el estudio sea en clave Coelho o Jodorowski y concluya que si cometes faltas de ortografía eres una persona más fiable, o que para ser feliz debes correr el riesgo de vivir tu sueños -sea lo que sea esto-, o que para ser buen ejecutivo lo principal es ser buena persona: blanqueamientos tengas echando dos variables a pelear en clave estadística, y estudio al canto.
Esta semana, y siempre al hilo del coronavirus, se ha debatido bastante en unas redes que más bien son almadrabas sociales -los atunes entran, pero ya no salen- acerca de un estudio que es en realidad una hipótesis lanzada en un artículo de Forbes: las mujeres gobiernan mejor en las crisis, incluso cuando son presidentas del Gobierno. Hablamos de países regidos en la cúspide del poder político por una mujer que a su vez -¿por ello?- se desempeñan mejor ante la epidemia, todos ellos países ricos: nórdicos como Islandia, Finlandia o Dinamarca -que probablemente lo hubieran hecho igual de bien con un varón-, y también Nueva Zelanda o Taiwan. Pero sobre todo la alemana Merkel, que por una extraña causa no está en el devocionario del feminismo (¿será que es conservadora y cristianodemócrata?). La canciller está en las antípodas de la actitud prepotente e histriónica de ciertos machos presidenciales, y piensen en Berlusconi, en Trump, en Bolsonaro, en Boris Johnson: payasos sin fronteras, y en el poder. Aquí la hipótesis es plausible, es decir, 'funcionarían' mejor ellas.
Será testosterona y será progesterona: hemos leído conclusiones con base hormonal que enfrentan al competidor nato con la protectora nata. Hemos visto cómo decenas de mujeres se han apuntado a su mayor sensatez genérica -de género- para afrontar situaciones inciertas, por sus naturales prudencia y ecuanimidad, que les vendría de serie. La que está clara es una cosa: hay pocas presidentas en las empresas, y no pocas de las que hay repiten clichés masculinos, empezando por el afán competitivo y de poder. Poder comprobar que en política son mejores requiere que consideremos al sexo un plus -no determinante, pero plus- a la hora de votar. De momento, los estudios disponibles son de la John Hopkins Sánchez University.
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