Medusa: víctima, no villana

01 de mayo 2025 - 03:07

La figura de Medusa ha sido, durante siglos, símbolo de monstruosidad y peligro. Su imagen, con serpientes por cabellos y una mirada capaz de convertir en piedra, ha perdurado como arquetipo del terror femenino. Sin embargo, la historia original de Medusa, tal y como aparece en la mitología griega, dista mucho de la versión más conocida, y en tiempos recientes ha sido reinterpretada desde una perspectiva feminista que invita a reflexionar sobre la justicia, la violencia sexual y la representación de la mujer en la sociedad.

Medusa era, según algunas versiones antiguas, como la de Ovidio en Las metamorfosis, una joven mortal de gran belleza que servía como sacerdotisa en el templo de Atenea. Poseidón, dios del mar, la violó en ese mismo templo, cometiendo un acto que, hoy, claramente, identificamos como una agresión sexual. Lejos de recibir castigo, Poseidón no sufrió consecuencia alguna. En cambio, fue Medusa quien fue castigada por la diosa Atenea, quien, furiosa por la profanación de su templo, transformó a Medusa en un monstruo con serpientes por cabello y una mirada letal.

Este castigo ha sido interpretado de diversas maneras a lo largo del tiempo: algunos lo ven como una muestra de crueldad divina, mientras que otros sostienen que Atenea transformó a Medusa para otorgarle un poder que la protegiera de futuros ataques. Sea cual fuere la intención atribuida, el hecho permanece: la víctima fue castigada, no el agresor.

Posteriormente, Medusa es decapitada por el héroe Perseo, quien usa su cabeza como arma, ya que conserva su poder incluso tras la muerte de convertir en piedra a todo el que la mirara a los ojos. Esta imagen de Medusa como una amenaza derrotada ha sido históricamente recurrente en el arte y la literatura.

Sin embargo el escultor argentino Luciano Garbati ofreció una potente reinterpretación con su obra Medusa with the Head of Perseus en el 2008. Doce años después esta escultura se instaló frente al tribunal penal de Manhattan, en Nueva York, donde se celebraron juicios de alto perfil por abusos sexuales. En esta obra, Medusa sostiene la cabeza de Perseo, invirtiendo los roles tradicionales. El gesto no es de venganza, sino de reivindicación: es una Medusa digna, erguida, fuerte, que simbolizó a todas las mujeres que han alzado la voz en el movimiento #MeToo.

Esta nueva representación de Medusa nos obliga a repensar los mitos y cómo han servido para consolidar narrativas de poder que castigan a las víctimas y ensalzan a los agresores. Aunque la historia de Medusa es un mito y, por tanto, no responde a hechos reales, refleja estructuras sociales y culturales que sí han sido reales y persistentes. Releer el mito desde una perspectiva actual no sólo es legítimo, sino necesario, para cuestionar las injusticias que se arrastran desde el pasado hasta el día de hoy.

Podemos afirmar que Medusa no fue un monstruo hasta que alguien necesitó que lo fuera. ¡Feliz jueves!

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