Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Los mártires

La ideología victimista es exitosa. A la víctima no se le discute. Y Vox tiene su electorado doliente

Entonces debemos convenir, para aclararnos de una vez, que los insultados, los perseguidos, los calumniados, los acosados y los amenazados son los de Vox. Se ha llegado a recuperar para ellos el término mártires, palabra que uno creía en desuso, más propia de unos tiempos pretéritos que cada vez lo son menos. Pero se ve que no, que de nuevo ha emergido para ilustrar la magnitud del sufrimiento que padecen en este partido, desde sus dirigentes a sus simpatizantes. Y así, convendremos también que los tuits de Serrano son finos análisis políticos sobre la dictadura del ultrafeminismo. Y que lo de "planchabragas" y "buscahuesos" son denominaciones ajustadas a las características más sobresalientes de sus adversarios políticos. El odio llega del otro lado. "Y si nos odian es porque somos mejores", se dicen a sí mismos en Vox. Y lo vocean.

Dicho lo cual, ahora se entiende perfectamente su propuesta para que se autorice el uso de armas que permitan a estas víctimas potenciales defenderse de los ataques a los que están expuestos. Nada como una buena fusca al cincho para ahuyentar a los posibles sicarios a sueldo de la Antiespaña. De paso, se ofrece la oportunidad de ir pertrechado con una pipa al ciudadano, que se siente así más protegido contra tanta ralea que anda suelta por culpa de la pusilanimidad con la que el país ha sido gobernado durante tantos decenios.

Pero la ideología victimista no es un invento de Vox. Ha asumido esta fórmula antigua para captar votos. Los ha conseguido en Andalucía, donde se ha estrenado en las instituciones con su entrada en el Parlamento. Y dispuesto a multiplicarlos en las generales del 28-A, el partido sigue promoviéndola. Con su reiterativo "ladran, luego cabalgamos" -recuerden que ya se grabaron unos cuantos al galope-, los teóricos de Vox exhiben a Abascal y compañía como una meritocracia del dolor que, heroicamente y sin renunciar a su condición de primeras víctimas de un sistema injusto y corrupto, ha dado un paso adelante para acabar con todo ese daño. Y es aquí cuando esta formación de la derecha alternativa -¿les gusta más esta denominación, señores?- se desmarca del martirologio al uso. Sus líderes ya no entornan los ojos, juntan las manos y se entregan al sacrificio del mártir incomprendido que clama en el desierto. Su estrategia de víctimas supervivientes está diseñada con toda intención. La ideología victimista es exitosa. Se basa en la premisa de que a la víctima no se le discute. La víctima siempre lleva razón. Y Vox tiene su electorado doliente.

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