El mal derbi

Heredé de mi padre su aversión por los derbis y su larga secuela de discusiones y malos ratos

La primera vez que fui a ver un partido como aficionado del Sevilla en el campo del Betis, hace muchos años, lo hice de polizón entre repartidores de La Cruz del Campo entrando de balde por una pequeña puerta por donde tenían acceso los operarios. Recuerdo al encargado de la Fábrica en el Villamarín, ya dentro del estadio, preguntándole amablemente a mi padre si no se quedaba con nosotros, y la respuesta de éste, elegante chaqueta inglesa con corbata de lana y el Renault 11 arrancado a pocos metros de la fachada baja del gol sur: "No, no… El niño, que se ha puesto muy pesado, ya estoy yo en mi casa…".

Heredé de mi padre su aversión por los derbis y su larga secuela de discusiones y malos ratos. Todo aficionado, desde el más exaltado al más flemático, tiene un fondo de hooligan dentro. Por eso resulta indispensable que aquellos que tienen alguna responsabilidad no se comporten como tales lo que, por desgracia, tampoco ocurrió el otro día. Yo no lo reprocho al Betis su interés en seguir con el partido pese a la agresión a un rival, entre otras cosas porque seguro que el Sevilla hubiese hecho lo mismo en su lugar, y viceversa. El fútbol es, antes que nada, un gran negocio, y cada uno juega sus cartas lo mejor que puede. Hasta la Federación Española obligó a disputar la continuación el día siguiente antes de las cinco para no colisionar con los derechos televisivos de la Supercopa que ese día se disputaba en ¡Arabia Saudí!

He seguido (con cierta distancia, como todo buen aficionado cuando pierde) los comentarios de unos y otros en las redes sociales. Abogados, médicos, periodistas, incluso cofrades de medalla y pregón, enfangados hasta el cuello sin importarle el crédito que sus bravatas de barra de bar pueda depararle no pasen dos semanas. Creo que, aunque todos tengamos nuestra opinión que aquí es de natural sesgada, nada aportamos haciéndola pública si no es en un contexto de dialéctica razonada, que para lo otro ya tenemos suficiente con nuestras peñas y tertulias. Por eso, como sevillista, apoyo la (criticada) decisión del club de jugar el partido y salir de este tema lo antes posible, que nada hay ya que ganar, y critico a quienes, todavía, siguen con su cansina cantinela. Como le dijo el gran Manolo Cardo a José María García con su sencillez coriana cuando éste le preguntó por su primera derrota ante el eterno después de varios años, el fútbol, al final, no deja de ser un juego.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios