Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

La incómoda manía de votar

No me digan que no es justicia poética que el partido de Mas no llegue al 3% o que la culpa de lo del PP la tenga la sede

Las urnas las carga el diablo. Si además, tenemos las prisas por adelantar unos días antes lo que va a pasar después del recuento, tenemos el microclima que propicia el sinvivir en el que nos movemos desde hace tiempo. Tuve la ocasión de vivir unas elecciones en casa por primera vez desde ... ni me acuerdo. Desde el sofá se tiene la mejor perspectiva posible y si, al mismo tiempo, se visualiza lo que la peña suelta por las redes sociales, la noche fue de lo más entretenida.

Lo primero que sería necesario replantearse es la cosa demoscópica; vamos que algunos ni la olieron. Lo de las israelitas de Alfonso Guerra pasó a la historia y ni con los sondeos a pie de urna se acercaron a lo que la gente se empeña en destrozar. Y es que no hay derecho, oiga, es que votan lo que quieren y así no hay manera. Después, cuando el análisis previo de ese idílico panorama no coincide con lo que los tercos ciudadanos deciden, empiezan otra sarta de análisis, esta vez a posteriori y ya es que te meas. Desde que aquella afanada comentarista, la misma que fue elevada a los altares y ahora se arrastra en canales que más le vale no incluir en su currículum suponiendo que a alguien le interesara leerlo, dijo tras una mayoría del PNV eso de que "los vascos se han equivocado", estaba el listón muy alto. Bueno pues el otrora afamado e influyente periodista y hoy cada vez menos, soltó aquello de que "lo que más le conviene a Catalunya es repetir las elecciones", minutos después de soltar aquello de que "estos resultados son malos para España". Y es que no hay derecho a darle la noche al hombre, de verdad, por favor.

Los ciudadanos votamos -los que lo hacen que también está el santo derecho a no moverse de casa, a ver si nos vamos enterando- lo que nos da la real gana. Los resultados no son ni malos, ni buenos, son los que la gente quiere y expresa. Cualquier intento por deslegitimarlos debería estar proscrito, no sólo de las tertulias televisivas (por cierto mi admirado Xabier Fortes la cagó con la Rahola, si no lo digo reviento) sino de la más mísera taberna pendenciera.

Después llegan los interfectos que también dan para una mala comedia, porque no me digan que no es de justicia poética que el partido auspiciado por Artur Mas no llegara al 3% de votos después de tantos años viviendo de un porcentaje similar, o que la única afectada por la derrota popular sea la sede de la calle Génova, o que los naranjas descubran que el desplome de Podemos al menos tiene el suelo de IU y el suyo es el abismo. Lo dicho, sigan votando -o no- y poniendo en jaque lo que algunos creen que deberían pensar.

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