
A paso gentil
Antonio Brea
Poquito a poco
Por montera
Según un reciente estudio llevado a cabo por un equipo comandado por la psicóloga estadounidense Susan K. Parsons, de la Universidad de Harvard, el sentido de la gratitud preside las vidas de las personas más conectadas con su entorno, que además cuentan con una mayor capacidad de resistencia frente a los problemas. El trabajo se adentra en los beneficios fisiológicos del sentimiento de gratitud, y asegura que estar predispuesto al agradecimiento mejora el funcionamiento hormonal, alejándonos del estrés y de todas las dolencias asociadas al mismo. Van descubriendo los científicos verdades que algunos poetas ya alcanzaron, con la preclaridad que otorga el don de la versificación. Antes de que se pronunciaran en Harvard, ya contábamos con el poema de Borges, que desvela que el justo es “el que agradece que en la tierra haya música”, así como “el que agradece que en la tierra haya Stevenson”. Esas personas, concluye el argentino, “están salvando el mundo”. La salvación, por lo tanto, se encuentra más a la mano de lo que parecía. Despertar, en una de estas calurosas y prolongadas jornadas de julio, y agradecer, sin más. De entrada, por regresar desde los sueños. Agradecer los afanes, las dificultades, ponerle la otra mejilla al destino, agradecer la lucha, hasta lo malo, que nos da el contrapunto de lo agradable y nos motiva. Dar gracias por el pasar de las horas, con la luz mutando desde el tono rosado de su inicio al sol que inunda de luminosidad las playas, las piscinas y los asfaltos urbanos que transitan quienes mantienen la actividad durante el verano y, también así, salvan al mundo. Sentirse privilegiado por el olor del café y por el del pan, por el don de la comida en el plato, por el desvaimiento de la siesta, el que cuente con ese regalo estival. Y por las tardes, que se alargan hasta una noche que siempre parece retrasarse y que nos trae conversaciones en una terraza o en las puertas de las casas de los pueblos. Dar las gracias por el cansancio, por caer derrotada una sobre la cama tras la interminable grabación. Dar las gracias por poder bailar al son de la palabra del teclado. Tienen razón Borges y Susan K. Parsons. Quizá la palabra gracias constituya la única oración con sentido: amanecer agradeciéndolo todo, y anochecer de igual modo.
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