El futuro de Europa (y II)

Postdata

Les hablé el pasado domingo de la encrucijada en la que se encuentra Europa, agobiada por muchos obstáculos externos e internos, y les prometí reflexionar en este sobre las hipotéticas posibilidades que le restan.

Según los expertos, pueden plantearse tres escenarios lógicos. El primero consiste en continuar como socio menor de Estados Unidos y de la OTAN. Consumada la previsible derrota de Ucrania, el continuismo aparece como vía menos traumática y más sencilla. Siendo así, la incógnita estriba en cómo establecer un área de seguridad europea. La multiplicación exponencial del presupuesto de seguridad y defensa abriría heridas en el seno de la Unión, cuyos miembros no parecen demasiado proclives a incrementar este tipo de gastos. Añadan que, en tal caso, habría que enfrentarse a la agravación de la crisis de los refugiados y, cómo no, al aumento del riesgo de una guerra a gran escala. No debemos olvidar tampoco que, en esta alternativa, permanecería nuestra debilidad energética, entraría en crisis la viabilidad del plan verde europeo y se haría casi imposible la implantación de políticas independientes de Rusia o Estados Unidos. Aun así, en absoluto es descartable.

El segundo, si en efecto Europa se derechiza, cristalizaría en una cesión a los planteamientos rusos. Ganada la guerra, Rusia crearía de facto un nuevo telón de acero. Países como Francia y Alemania estarían tentados de restablecer relaciones con Rusia e incrementar sus vínculos comerciales con China. En consecuencia, prevén los analistas, Europa se bifurcaría en dos flancos: el de los países que seguirían alineados con Estados Unidos, claramente Gran Bretaña pero no sólo, y el de la mayoría de los Estados de la Europa continental. Esta opción, improbable, acabaría con la idea misma de una Europa unida.

El tercero, francamente rompedor, radica en que Europa opte por no tomar partido por ninguno de los dos bandos. No siendo imposible, aunque sí improbable, en este caso tendríamos que resolver el déficit energético e implicaría la retirada de Estados Unidos del continente. Su gran inconveniente es el imprescindible y potentísimo rearme europeo.

Sea como fuere, si queremos pensar en el futuro de Europa, deberemos, incluso en el segundo escenario, fortalecer la política para dejar de lado un enfoque tímidamente normativo. Y, al cabo, seguir confiando en que lo que nos une a los europeos es mucho más fuerte que lo que nos separa.

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