Francisco: legado y sucesión

23 de abril 2025 - 03:07

Es difícil escribir hoy de algo ajeno al papa Francisco. Y es que la muerte del representante vaticano ha monopolizado rotundamente la actualidad. Y la sucesión, posiblemente, sea el monotema de las próximas semanas. El mundo mira hacia el Vaticano, con una mezcla de perplejidad y respeto. Los creyentes católicos porque aquello es el epicentro de toda una tradición que, como toda tradición que se precie, arrastra tantas virtudes como contradicciones. El resto, menos creyente, porque tanto cleriman, tanta sotana, tanto guardia suizo y tanto Estado Vaticano le resulta surrealista y anacrónico.

Dos cuestiones sobre esto que está ocurriendo: esto del “legado”, todo eso que este papa ha estado tratando de impulsar, sus propuestas, sus denuncias. Porque en estos días muchos jefes de estado y personalidades de todo tipo se acercarán por Roma a las ceremonias de su muerte, y dirán todo lo bueno que era. Pero esos jefes de estado son los mismos que han desoído su reclamos diarios por cesar el genocidio de Gaza, o la guerra de Ucrania, o los conflictos en África fruto de la continuación del expolio de siglos.

El papa Francisco también hizo importantes reformas internas, poniéndose en contra a sacerdotes, laicos, religiosos, cardenales. Habló de la homosexualidad, del papel de la mujer, enfrentó la pederastia, se metió en los peores avisperos porque sabía que sin esas reformas la iglesia no tendría autoridad moral en el mundo moderno. Lo logró sólo en parte. Pero además: Francisco habló de los grandes problemas contemporáneos: el cambio climático, las fronteras, el capitalismo feroz. Y lo hizo sin demasiados complejos, y con ánimo de diálogo y de transformación.

La otra cuestión, una vez enterrado este papa, es todo eso de la “sucesión”. Ya están las quinielas en marcha, las luchas de poder, los manejos cardenalicios para imponer candidatos. Lo que está en juego es la continuación de las reformas de los últimos años: ha dejado un Sínodo en marcha, habrá que ver a dónde llega. Y ha dejado abiertas algunas puertas: puertas para reconocer la diversidad sexual, para reconocer la igualdad de la mujer, para dialogar con otras religiones, para poner el foco principalmente en la gente que está sufriendo, en los que viven en los márgenes.

El mundo no necesita un Estado Vaticano, creo. Pero sí necesita liderazgos como el que ha ejercido Francisco. Veremos a ver qué prioridades establecen ahora los cardenales reunidos en Roma.

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