Fe

21 de septiembre 2025 - 03:09

El ser humano siempre ha buscado la trascendencia, siempre ha mirado al cielo buscando respuestas y consuelo a la única verdad natural: que su vida sería el paso entre el día de su nacimiento y el de la muerte. Estos días se han vivido experiencias de fervor, multitudinarias, expresivas, intensas y emocionales. Es fácil hablar de sugestión, de influencia del grupo, de infantilismo… nada más lejos de la realidad. El viejo debate entre fe y ciencia hace mucho que quedó superado, hay demasiadas cosas en la creación y el cosmos difíciles de aceptar que sean tan sólo fruto del azar.

Hubo una época de descreimiento posmoderno, cuando España salía de la dictadura, donde la identificación del régimen y la religión habían sido tan fuertes, pero incluso en esos momentos de espejo distorsionado aparecieron mensajes trasgresores como el descomunal musical Jesucristo Superstar. La fe es un latido tan fuerte que no se puede acompasar, se puede vivir hacia fuera o hacia dentro, de forma cálida o racional, desde el silencio oscuro de una celda cartuja a la manifestación de reclamación de los derechos obreros, pero compartiendo, en todo caso, la misma pulsión interior.

Hoy corremos el error de quedarnos sólo con lo superficial, sólo en lo que se ve. No seré yo nadie para juzgar las creencias de quienes la manifiestan como la viven. Algunos hacen burla de algo que no se puede explicar, pero abrazan como credo el último modelo de teléfono y adoran a Steve Jobs. El seguimiento de Jesús ha perdurado por dos mil años, su mensaje de esperanza y compromiso con la vida propia y sobre todo con la de los que más sufren sigue igual de vivo ayer, hoy y siempre. Dentro de dos mil años dudo mucho que alguien sepa lo que era un iphone, y mucho menos quien era Steve Jobs. En tiempos de Jesús también había charlatanes, falsos profetas, agoreros del fin del mundo, ninguno llegó muy lejos, sólo un mensaje de verdad permanece. A lo largo de mi vida he conocido a personas que esa Verdad las ha llevado a dejarse la piel por los demás y créanme, no eran beatos histéricos, sino gente muy cabal. La fe es un don, suerte aquel a quien le ha sido concedido, aunque sea tan pequeña como un grano de mostaza.

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