Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

La excavadora del egipcio

Nos iría mucho mejor si todos hiciéramos lo que sabemos hacer, sin apostolados de la nada y sin ganas de arreglarlo todo

El derrape inesperado de un barco demasiado grande en pleno Canal de Suez volvió a resucitar a los máximos accionistas de la empresa Apocalipsis SA, como si este año y el anterior no le hubieran dado motivos más que suficientes para una ampliación de capital entre sus numerosísimos socios. Mientras los más ecuánimes significaban que cada hora que pasaba la vía marítima con el buque atravesado costaba 400 millones de dólares y los furibundos pesimistas apuntaban a semanas para resolver el atasco, un egipcio se subió a su excavadora y en seis días extrajo tierra que podría llegar a las 30 piscinas olímpicas, una unidad de medida que se ha extendido tanto como el campo de fútbol cuando se habla de longitud.

Mientras se intentaba con los remolcadores más modernos y potentes solventar el carajal en el que se convertía el canal que hasta guerras costó en su tiempo, el egipcio se afanaba por resolver el problema de la única manera que podía, con el trabajo que él era capaz de hacer. No sé a qué está esperando la Academia de excesos sueca a nominarle a uno de sus galardones de alguna de esas especialidades que se distingue a personajes mucho más siniestros. Qué bien nos iría a todos si actuásemos más como este personaje.

A menudo paramos lo que hacemos para resolver el mundo, para dar una explicación a todo aquello que nos rodea como si fuéramos economistas o politólogos, aunque dado el éxito que tienen ambos colectivos, tampoco lo tenemos tan difícil para empatarles. Desentrañamos con una notable pericia cualquier problema que hemos analizado en la Wikipedia diez minutos antes y nos creemos dueños de toda la sabiduría universal, sin saber que, probablemente a diez metros de nuestras narices hay alguien metiéndose debajo de la mesa ante las barbaridades que soltamos y que, este sin decir nada a nadie, trata de solventar.

Expertos de un cuarto de hora adoctrinan a quienes se ponen por delante, muchas veces con más maestría que ganas de que se sepa, se han adueñado de sus actos sin el menor atisbo de intención para reconocer que de algo no se tiene ni idea. Prueben a hacerlo, incluso aunque sea tertuliano, verán que efecto balsámico les origina. Cuánto mejor nos iría si nos fijáramos en ese egipcio que se puso a su tarea, a lo que sabemos, sin ganas de adoctrinar a nadie, reconociendo muestras limitaciones y dejando espacio a quien verdaderamente puede arreglar algo que otros han estropeado por quedarse mirando. Por cierto, ¿alguien sabe cómo funciona una excavadora?

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