La España del AVE: del fulgor?a la ruina

07 de julio 2025 - 03:07

La evolución del ferrocarril ilustra la historia de los países tan bien como la de las batallas o la de la diplomacia. La construcción de los Estados Unidos se hace con el tendido de las vías y del telégrafo hacia el oeste. España firmó en el siglo XIX su aislamiento de Europa cuando decidió un ancho ferroviario diferente al que se había adoptado en el continente. Ahora, la situación calamitosa del tren, sobre todo de la alta velocidad, ilustra mejor que cualquier otra metáfora el declive institucional y político de un país en el que muchas cosas saltaron por los aires con la crisis financiera de 2008.

1992, cuando se pone en marcha la primera línea de alta velocidad entre Sevilla y Madrid, es el año en el que España puede dar por concluida con éxito la difícil operación de ingeniería política, social y económica que supuso la salida de la dictadura. Poco más de una década y media después de la muerte del dictador, la celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona y de la Exposición Universal de Sevilla marcaron el fulgor de un país con una democracia consolidada y sólida, plenamente incorporada a Europa y con estructuras e instituciones que no tenían nada que envidiarles a sus vecinos que llevaban décadas instalados en el occidente más próspero. Dentro de este modelo de desarrollo, el AVE era un símbolo de calidad, puntualidad y servicio.

Pero a partir de ese año, de 1992, la situación ya nunca fue a mejor, sino a peor. El país afrontó situaciones económicas muy delicadas y su democracia fue experimentado una progresiva fatiga de materiales. El AVE, un buen exponente de todo ello, fue perdiendo poco a poco calidad para el viajero. La puntualidad, que en los comienzos era de una precisión absoluta, fue dejando paso a los retrasos cada vez más prolongados. La falta de información a los viajeros o el hacinamiento de las estaciones completaron un panorama que nos lleva hasta la imagen de ruina que ahora es la dominante.

Como el país, el tren ha perdido calidad en su gobernanza. Ha recorrido el camino que va de Felipe González a Pedro Sánchez. La distancia, no solo ni principalmente temporal, que separa estos dos nombres sirve para explicarse la España de hace tres décadas y la que hoy nos toca vivir.

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