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Hoy, 10 de diciembre, es el día Internacional de los Derechos Humanos, día en el que recordamos la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948. Hace 77 años que fijamos cuál debía ser el modelo a seguir, para superar guerras y atrocidades, pero hoy, los derechos humanos están en crisis. Así lo denunció este mismo año el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los derechos humanos, el austriaco Volker Türk, quien mostró un panorama mundial donde la glorificación de la violencia y el deterioro del derecho internacional aparecen como constantes principales. La lista de desastres es larga: Gaza, Ucrania, Sudán, El Congo, Myanmar, Sáhara Occidental, etc. Podríamos llenar este artículo de sangre y sufrimiento, aunque es más lamentable ver cómo las naciones se retiran de los consensos, fundamentalmente Estados Unidos; claramente lo ha hecho con el Acuerdo de París, huyendo de su responsabilidad con el desarrollo de los pueblos más empobrecidos, o poniendo en duda a los magistrados de la Corte Penal Internacional. Huir del multilateralismo solo tendrá una consecuencia, que ya estamos viendo, la brutalidad como estrategia de las naciones con más fuerza bélica y la entrada en el poder de magnates anglosajones por falta de controles, todo muy poco halagüeño. Quizás debemos empezar por asumir que fortalecer los derechos humanos en contextos de crisis constituye uno de los mayores desafíos contemporáneos para toda la civilización, y no hay mejor manera que cayendo en la cuenta de hacia dónde nos empujan; hacia el descrédito de las instituciones, cuando son esas mismas instituciones las que deben ampararnos, guiarnos y protegernos. Cada vez que algún “iluminado” nos pide que no votemos, o repite el “mantra” de que todos los políticos son iguales, y lo asumimos como real, estamos avanzando hacia la lógica del enfrentamiento y no de la paz. Claro que las organizaciones políticas se equivocan, claro que las administraciones deben mejorar su gestión, claro que florecen los aprovechados, pero, ¿y qué? No van a haber menos errores porque nos abandonemos a la desidia de lo público; solo lo público y los procesos colectivos salvan al ciudadano.
Los derechos humanos están en crisis, desde luego, pero no hay mejor guión civilizatorio, y son las instituciones públicas nacionales y supranacionales las que deben ser garantes de su respeto.
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