El ser humano pasa muchas horas del día tomando decisiones. Todos nuestros actos proceden de una decisión necesaria o no. Aunque hay decisiones que están vinculadas a una obligación, otras proceden de nuestro ejercicio de libertad. Esto le ocurre al ser humano, y muchas de esas decisiones suelen ser erróneas. Posiblemente recordemos en este momento actos nuestros erróneos, e incluso errores ajenos que nos han afectado o no. Nuestros representantes toman decisiones, decisiones que nos atañen directamente, pues ellos han sido elegidos de una forma legítima para guiarnos, para seguir una hoja de ruta previamente descrita.

François Cheng en su libro Cinco meditaciones sobre la muerte nos dice: "Desgraciadamente, algo en el ser impide la música. A este fallo esencial los hombres le dieron un nombre: mal. A propósito de la belleza hemos visto que el hombre, dotado de inteligencia y de libertad, es capaz de pervertirlo todo". Y lo que comenzó siendo una utopía acaba en distopía.

Nuestros representantes se vuelven psicóticos. Tienen la habilidad de manipular al prójimo, son mentirosos y superficiales, son narcisistas, egoístas, poseen una visión de sí mismos muy exagerada. Las decisiones acertadas están muy lejos de la psicosis. Y las decisiones acertadas de los políticos son muy pocas, escasas y contadas. Dicen que la falta de empatía es otra de las características de los psicópatas. Pero nuestros representantes, debido a su extrema habilidad de manipulación y adoctrinamiento, poseen empatía en sus fieles, en sus seguidores, en sus votantes. Tanta que la decisión, en muchos casos, no se cambia. La libertad desaparece y la decisión en sí también. Es como si un robot actuara y ejerciera sus actos de manera automática.

Los resultados del estudio European Tech Insights 2019, llevado a cabo por IE University, indica que uno de cada cuatro europeos estaría a favor de que un dispositivo de inteligencia artificial tomara las decisiones importantes sobre las cuestiones de la administración de su país. El desánimo de los ciudadanos frente a sus políticos y representantes es evidente. ¿Se imaginan que en nuestro país un robot nos represente? Desde luego desaparecería la psicosis, la utopía y la distopía.

Y hablando de pactos, Selma Lagerlöf en La leyenda de Gösta Berling nos indica: "-Verdaderamente haces tan bien el diablo -exclamó enloquecido- que me dan ganas de firmar un pacto contigo, ya que te creo capaz de darnos la propiedad de las siete herrerías. -Me encanta oír que no te opones más a la realización de tu propia dicha".

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