La cuestión?es leer

23 de septiembre 2025 - 03:07

He esquivado el debate abierto por María Pombo sobre la trascendencia o no de la lectura. La influencer ha hecho honor a su oficio y ha agitado las redes y, de paso, ha marcado la agenda letraherida –nunca mejor dicho– a todo el país. Pero la cuestión es una trampa retórica. Si le replicas que la lectura te hace mejor, pareces un snob tomándote un té con tu dedito levantado. Si defiendes que la Pombo tiene razón, posas de popular y tal, pero sabes, por experiencia propia, que no estás diciendo toda la verdad. La escapatoria a la alternativa parecía que estaba en el placer de leer. Pero es una trampilla. Hay libros, en concreto, que nos destrozan y se lo agradecemos mucho; y, en general, la literatura nos interesa por lo que nos hace, no por lo que nos place.

No pensaba entrar, pero esta noche he acabado de releer a nuestro querido Antonio Rivero Taravillo, el poeta fallecido el pasado viernes; y salgo transido de agradecimiento a la lectura.

Lo conocí bastante, lo admiraba más. Me encantaba su profesionalidad de escritor total, su pasión poética, su finura de traductor, aquella gestión ejemplar de la Casa del Libro de Sevilla, su seriedad como lector… Pero hablé poco con él y no podía sumarme a los bellísimos homenajes que están escribiendo estos días sus amigos más asiduos e íntimos. Así que decidí releer su último libro de poesía y dedicarle una reseña. Lector suyo sí que fui, pensé, y me despediré de él leyéndole.

Ha sido abrir Un invierno en otoño (Bajamar, 2025) y oír su voz. No ha sido despedida, sino reencuentro. Estábamos los dos, junto a Quevedo: “Retirado en la paz de estos desiertos / con pocos pero doctos libros juntos / vivo en conversación con los difuntos / y escucho con mis ojos a los muertos”. Antonio palpitaba en sus versos, entre mis manos, en mis ojos, a mi oído. Sus últimas luchas contra la enfermedad, su esperanza eterna, su humor, su vuelo cada vez más alto se me ofrecían a cada verso.

Leer es prenda de la inmortalidad a la que el hombre aspira. Ofrece una amistad abierta a todos y para la que nunca es tarde. Expande una profundidad altísima. Hoy la lectura y el palpable abrazo de Antonio Rivero Taravillo me han hecho mejor. O menos desolado. O más alegre incluso: de ver tan impotente a la muerte, y tan aquí a Antonio. Me han esponjado el alma.

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