En estado de crispación

A quien disiente se le coloca arbitrariamente la etiqueta de facha, buscando limitar la libertad de expresión

Hay acontecimientos que favorecen la cohesión social, como aquellos que se caracterizan porque son problemas que afectan por igual a los miembros de una sociedad, al margen de clases, ideologías o cualquier otro matiz. Eso hubiera sido lo deseable con la pandemia. El virus no distingue de riquezas, credos o lo que sea. Una vez que infecta a alguien todo depende de cómo funciona el sistema inmunitario, de las patologías previas y de la atención sanitaria que se recibe. Sin embargo, en España, más que cohesión ha sido lo contrario, un sobresaliente aumento de la crispación, a unos niveles desconocidos desde hacía muchas décadas. Cuando comenzaron las tardías medidas para evitar la difusión de este coronavirus, se escuchaba decir que había que remar juntos. Sonaba bonito; idílico, más bien. Aunque el principio no respondiera por completo a esa imagen, tuvo sus visos de proximidad a ese ideal. Pero poco a poco fue quebrándose esa estampa hasta llegar al exasperado momento actual, producido, entre otras cosas, por una serie actuaciones de Pedro Sánchez. Citaré solo algunas. En primer lugar, con el estado de alarma cayó en la tentación autoritaria y prueba de ello se encuentra en la falta de consultas y de diálogo con las comunidades autónomas cuyos presidentes se enteraban de las decisiones a posteriori, sin escuchar posibles mejoras o alternativas más oportunas. En segundo, ha aprovechado las circunstancias para adoptar medidas o llegar a acuerdos totalmente desaconsejables en la coyuntura presente, como el vergonzoso pacto con Bildu acerca de la derogación íntegra de la reforma laboral. En tercero, ha ocultado la verdadera realidad de lo que ha pasado -y aún queda- para que no se vieran las consecuencias desastrosas de muchos desaciertos. A veces, daba la sensación de que no sucedía prácticamente nada. Muestra de ello es el baile de cifras de fallecimientos y contagios. En cuarto, ha estigmatizado a los críticos a través de los prosélitos del gobierno. Apenas se disiente en algún aspecto, al que sea se le ha colocado y coloca arbitrariamente la etiqueta de facha, en un intento de limitar la libertad de expresión. Y en quinto, ha permitido que un malintencionado provocador compulsivo como Pablo Iglesias lance mensajes tendenciosos que no ayudan a la unidad, como lo manifestado ante la crisis de la valorada y apreciada Guardia Civil. Con lo dicho no se agotan las causas del estado de crispación. ¡Lo que estamos viviendo es de pena y doloroso!

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